El
director general de la Duxa Limited se encontraba sentado en su sillón detrás
de una mesa negra, enorme, de superficie brillante. Su asiento, como los
sillones delanteros y un sofá vecino, tapizados en cuero beige, parecían
seriamente acogedores y detrás de él, a través de la enorme cristalera, se veía
desde lo alto la ciudad de Greda, con las montañas al fondo, ya doradas por la
sequía del verano.
–¡Adelante,
Marcy! Tome asiento. Le sorprenderá que la haya llamado.
Le
señaló el sofá y él acercó uno de los sillones para sentarse próximo a ella.
En
efecto, era la primera vez que tenía contacto directo con el jefe supremo de su
marido, hasta entonces apenas lo había tratado por encima, en las cenas de
empresa.
–Encantada,
tiene usted un despacho muy bonito.
Iba
vestida con ropa informal, pantalón tejano y camiseta blanca, sencilla, con el
nombre de su negocio en letras de colores, la pequeña americana negra que se
había puesto encima y los mocasines negros daban algo de contrapunto formal,
pero nada que ver con la perfección del traje de él, cuyo tejido no ofrecía
dudas acerca de su excelente calidad, completado con zapatos y cinturón de
marca de lujo y una corbata de colores llamativos, muy del gusto de aquella
clase de alto ejecutivo.
La
inquietó la penetrante mirada de ojos verdes del directivo.
–Voy
a serle sincero, Marcy. El motivo de llamarla es preguntarle por las
actividades de su marido en Brexals. Dirá usted que yo, siendo su jefe
superior, debería saberlo, y así es. Sólo que me gustaría que usted me dijera
todo lo que sepa.
Ella
no acababa de comprender lo que el directivo le solicitaba.
–Hay
alguna persona que nos está perjudicando. Sé que no se trata de su marido, pero
si usted se entera de algo podría ayudarnos mucho.
–Lo
siento, perdóneme, pero yo no tengo ninguna información que pueda servirle. Mi
marido no suele hablar nada de su trabajo conmigo. Además viene muy poco a
visitarnos, está muy ocupado.
Marcy
se cuidó mucho de no explicarle nada acerca del proyecto de Manele, algo, al
fin y al cabo, al margen de su trabajo en la compañía. “Mejor no digo nada,
no sea que meta la pata”.
–Voy
a decirle más. Sé que usted es una persona discreta y cuento con ello. Hay
gente que maneja en el extranjero información privilegiada de nuestra compañía.
Es seguro que tenemos a alguien de dentro pasando información y nos está
perjudicando mucho a todos. Nuestra rentabilidad peligra si la competencia
conoce nuestros movimientos, y eso es lo que está sucediendo. Todavía no
sabemos quién es el culpable de esto, pero lo va a pagar.
Marcy
observó que el directivo, aunque preocupado, gestionaba la crisis de su empresa
con el rigor y la seguridad propia de quien está acostumbrado a los negocios de
alto riesgo.
–Le
diré más todavía –continuó él–. Tengo fundadas sospechas de nuestra Unidad
Internacional, de manera que si usted conociera alguna cosa que pueda ayudar a
la Duxa, ya sabe, todos estamos en el mismo barco.
A
ella le surgió, de pronto, la idea de aprovechar la oportunidad que se le
ofrecía.
–Verá,
señor director, aprovecho para pedirle…, me da mucha vergüenza, pero verá…Si
más adelante tuviera una posibilidad de trabajo en la compañía… Soy licenciada
en Empresa, estoy haciendo un máster y prácticas en Lank Corporate.
El
director frunció el ceño.
–Esa
es precisamente la empresa que se beneficia a nuestra costa, o al menos una de
ellas. Está prosperando en base a nuestro esfuerzo.
Marcy
se quedó un poco cohibida al oírle.
–¡Ah!
No sabía nada. Lo lamento. Nunca pensé que el mundo de la empresa fuera tan
enrevesado.
–Ni
se lo imagina, Marcy. Hay muchos piratas queriendo llevárselo sin esfuerzo. En
fin, veremos si más adelante hubiera un hueco para usted. Ya sabe, si se entera
de algo nos vendría muy bien saberlo.
Se
levantó componiendo con esmero su traje y le tendió la mano a Marcy para
decirle adiós.
No
le extrañó que la esposa de Nacho hubiera caído seducida por el director de la
Duxa, todo un elegante, portador de una mirada hipnótica, atractivo como pocos,
y subido al poder en lo más alto. “Hay mujeres a las que les subyuga este
tipo de hombre”.
Cuando
unas horas más tarde llamó por teléfono a Nacho explicándole lo sucedido, notó
que éste le contestaba con evasivas. Se despidió de ella con un enigmático: “Ya
hablaremos tú y yo, Marcy, ya hablaremos”.