Novela gratis online para leer por entregas.


lunes, 27 de julio de 2015

Marcy (208)


Los niños llegaron al día siguiente en un taxi, sin el menor signo de perjuicio. Marcy los abrazó, al límite de la asfixia. Encontró a Pablo tan mayor como si llevara mucho tiempo sin verlo, tan serio y tan responsable como un hombre hecho y derecho. El pequeño, Manu, el mismo trasto de siempre.
Sintió un amor casi doloroso por sus hijos.
El mayor le tendió una carta que llevaba escrito: “Marcy”.
–Me la dio papá, es para ti.
La abuela estaba ansiosa por verlos y los acaparó pronto, presentándoles una bandeja de bollería que ella misma había preparado. Fueron detrás de ella hacia la cocina y Marcy se quedó parada, mirándolos, tan orgullosa que hubiera querido detener el tiempo para que no se hicieran grandes, para tenerlos siempre a su lado.

Abrió el sobre y leyó una nota de Manele, escrita con muy mala letra, que decía: “Tenemos que hablar. ¿Podéis recibirnos mañana en Greda? Confírmamelo. Es urgente”. Y Marcy cogió su teléfono móvil para contestar.

lunes, 13 de julio de 2015

Marcy (207)


No había logrado quitarse de encima la preocupación por haber dejado a los niños en la finca en semejante situación. Se sentía algo irritada, como con ganas de discutir.
Salieron del restaurante en silencio y se fueron al apartamento de ella.
Marcy había habilitado un dormitorio pequeño para su madre y, cuando llegaron, Amelia estaba trasteando por allí, limpiando y ordenando.
–Estoy muy entretenida, hijos –dijo, absorbida por sus tareas–. Deseando que vuelvan mis nietos mañana.
Marcy asintió y Raúl la miró, interrogante.
–¿Vamos a mi apartamento? Me he comprado una cafetera nueva, te invito.
Mejor así, le habían entrado ganas de pedirle alguna explicación a Raúl.
Bajaron por el ascensor a la vivienda de él. Marcy se lanzó al sofá mientras él manipulaba el nuevo cachivache. Hizo dos tazas de café muy oscuro y luego las vertió en dos copas grandes, añadió un chorro de whisky y un poco de crema en cada una.
–Quizá nos venga bien –indicó en voz baja.
Colocó cada copa en su posavasos, sobre la mesa, y le tendió a Marcy una varilla para agitar la bebida.
–Estás preocupada –dijo, mirándola con sus ojos verdes, algo sombríos.
–A ver, ¿no es para estarlo? Mira dónde tengo a mis hijos, mira lo que ha sucedido, mira lo que han dicho de ti.
A Marcy se le estaba haciendo más y más presente lo que el subdirector había hablado sobre Raúl.
–Yo también he cometido mis errores, ¿qué te creías? –dijo él, serio, mientras agitaba su copa –Son etapas en la vida, Marcy. Las cosas no son tan sencillas como tú piensas.
–Ya lo veo –dijo ella.
–Cuando yo empecé en la Duxa recibí mucho apoyo de León –dijo él, observando a través de la ventana el nuevo rascacielos en construcción–. Román, su hijo, y yo, fuimos los dos inseparables, candidatos a desarrollo, la clase alta de la compañía, los elegidos para llegar a la dirección.
Tomó un sorbo de la bebida caliente y se sentó a su lado, pasándole el brazo por los hombros. Ella no se movió.
–Tenía que habértelo dicho, lo reconozco. Después ya me di cuenta de los métodos del grupo de León, de los Totale, de dónde venía su poder y su dinero, de la droga, del tráfico de mujeres, de la delincuencia organizada. Y me fui apartando.
–Tú te beneficiaste de todo eso –dijo Marcy, perdiendo su vista en el vacío.
–Querida, no es tan sencillo, no.  Ese grupo también da trabajo a mucha gente, crea riqueza...
–Yo te tenía por una persona sensata –dijo ella, mirándole enfadada.
–Ya te digo que me aparté. Sólo que León me la guarda, porque el que llegó a la dirección fui yo. Román era muy impulsivo, problemático, ya te conté el escándalo de su titulación universitaria falsa. Los dueños de la Duxa no lo querían.
–Así que le debes el puesto a León.
–En cierto modo sí –dijo él con franqueza.
–Cuánta mierda por todas partes –dijo ella en voz baja.
Aún no estaba satisfecha.
–¿Y liarte con una casada?
Él la miró, extrañado, pero sabía de lo que hablaba Marcy.
–¿Cómo dices? Yo estaba libre y cuando me enteré de que estaba casada, ya me había metido de lleno. Además fueron sólo unos meses.
Raúl se mantenía sereno, a pesar del interrogatorio, y la estrechó con suavidad.
–Vamos a ver una película, ¿quieres? Es normal que estés preocupada.


lunes, 6 de julio de 2015

Marcy (206)


El banquete de bodas consistió en una comida encargada en un restaurante cercano, para los pocos que se quedaron con los novios después de la ceremonia.
Marcy hubiera querido marcharse también, no se sentía de humor.
Sirvieron un menú de crema de pescado y, como segundo plato, “carne de boda”, como Marcy siempre había llamado al clásico redondo de carne asada, cortada en lonchas y con su salsa encima. Se podía comer. Y para acabar una pequeña tarta con dos novios de plástico encima.
–Le agradezco, señorita, un millón, que se haya quedado –le dijo Rafa, cuando al final de la comida fue saludando a cada uno de los comensales.
Rafa estaba muy guapo, con su pelo rubio bien cortado, tan delgado y tan fino, era de esa clase de hombres a los que les queda bien el traje, parecía haber nacido con uno puesto. Le dio a Marcy una cajita con bombones y a Raúl un puro. Volvió a acercarse al oído de ella.
–Éste sí señorita, indudablemente, éste sí que sí –le dijo, y fue a ocuparse de otros invitados.
Pero Marcy no consiguió centrarse en la celebración ni participar en la alegría de los novios.
Laura e Isabel, sentadas a una cierta distancia, no paraban de chismorrear. Se habían puesto unos vestidos a media pierna, de raso demasiado brillante para aquella hora del día y se habían echado el joyero por encima sin contemplaciones.
Cuando Marcy se levantó para ir al cuarto de baño fueron detrás de ella a retocarse el maquillaje. Marcy las observó en el espejo manejando los cosméticos con precisión.
–Lo tuyo va viento en popa, chica. ¡Hay que ver! –dijo Isabel.
La rubia se apartó un poco del espejo y alzó el busto como si fuera a echarse a volar.
–¿Qué opinas? –preguntó por preguntar, porque se la veía exuberante.
–Estás estupenda, Isa, como que has crecido, ¿no?
–Hay que animarse, chica –dijo, mientras se estiraba la ropa y se echaba hacia atrás su melena rubia–. Mira a Laura, quién la ha visto y quién la ve.
Laura se maquillaba los labios en rojo fuerte, tan tersos y brillantes que delataban el artificio que llevaban dentro.
“Para mi gusto, excesivo”.
La aludida continuaba cargando una nueva capa de brillo de labios. Cuando acabó miró a Isabel a través del espejo.
–Nada, nada, para éxito el de Marcy –dijo, sonriente, estirando los labios–. Liada con el jefazo. ¡Toma ya!
No sabía cómo tomarse las chanzas de las amigas, sabía que iba a tener que soportar aquella clase de puyas.
–Ya, ya…–dijo la rubia–. Está bien bueno el jefazo, ¡sí que lo está! Tú sácale lo que puedas, no seas tonta.  ¿Ya dejó a la casada?
Por lo visto sabían de la relación de Raúl con la ex de Nacho, debían estar metidas en todas las comidillas de Greda.
Marcy no dijo nada. Incluso le pareció que el descaro de Isabel, antes tan fresco y natural, el que tanto admiró, escondía ahora una profunda insatisfacción, un resentimiento.
Salió del baño, casi sin responderles y se dirigió derecha hacia Raúl.

–¿Nos largamos, querido? Me está empezando a doler la cabeza.