Tomó el primer avión hacia Lederia porque
el asunto no admitía demora. Había que resolver. Avisó a su madre para que se
ocupara de los niños, en su ausencia, y llamó a Isabel para pedirle el teléfono
de su futuro suegro.
Pensó que había llegado la hora de luchar
dentro de aquel statu quo, o si no, mejor dejarlo todo y volver a la seguridad
de las cuatro paredes de su casa.
Con las mismas armas del enemigo.
Pelear ella sola.
León la estaba esperando en su mansión de
las afueras de Lederia. Había accedido a citarla en seguida.
Llegó en un taxi, procedente del aeropuerto
de Lederia, y un mayordomo le abrió la puerta con parsimonia.
–Pase usted, el señor está en la
biblioteca.
El empleado la condujo a través de varios
salones grandes, de decoración imponente, abrió una puerta corredera,
acristalada con vidrios de colores emplomados, y la hizo pasar.
León estaba sentado, ojeando la presa, en
uno de los sillones de madera labrada que formaban juego con una mesa
rectangular de caoba, reluciente. La madera despedía un olor exquisito. Todas
las paredes estaban forradas de vitrinas que contenían libros antiguos y
colecciones de monedas y otros objetos.
Se levantó hacia Marcy desplegando una
elegancia inefable. Un individuo con clase, igual que su hijo, de la clase de hombres
en los que se aprecia pronto una educación esmerada desde la cuna. Y el poder
del dinero.
Era de ese tipo de gentleman que, a
pesar de la edad, luce impecable con traje de lujo, gafas de montura dorada y
pañuelo de seda en el bolsillo de la americana, de colores vivos, colocado en
estudiado desorden. “Un dandi”.
La tomó de la mano e inclinó la cabeza
sobre ella como si fuera a besársela.
–Señora mía. Me honra viniendo a verme a mi
casa. Estará cansada, siéntese, por favor, haré que traigan un piscolabis.
–Me bastará con un botellín de agua,
gracias.
Dio la orden al mayordomo y, al poco, éste
apareció con una bella bandeja de plata repujada, sobre la que había una
botella de agua sin abrir y una copa grande de cristal muy fino. Abrió la
botella, delante de ella, y le sirvió media copa.
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