–¿Se vive bien en
la cima del mundo?
Román se sentó a
su lado acercándole una dosis en una bandeja de plata mientras miraba por la
ventanilla del avión el océano.
–Estupendamente,
gracias a usted.
No se podía
aspirar a más.
Rodeada de un
selecto grupo de hombres y montada en un jet de lujo, hacia un destino exótico
y con la maleta llena de bikinis a cual más espectacular, se repantigó en su
butaca de piel blanca tomando la sustancia con los dedos y aspirándola con los
ojos cerrados.
Después sorbió un
buen trago de refrescante champán.
Observó durante
un rato el entretenimiento de los caballeros, que revisaban por turno un book
lleno de fotografías de mujeres espectaculares.
–Mire como se lo
pasan Marcy, son como niños -dijo el arquitecto-. A todos nos gusta lo bueno.
Se levantó para
coger el book y enseñárselo a Marcy.
–Señoritas de
primera clase dispuestas a complacer el más mínimo deseo.
–¿Se merecen
tantos estos caballeros? –preguntó ella, irónica.
–Tanto y más. Vivimos de los contratos que nos facilitan
estos señores, Marcy. Se lo merecen todo. Y todavía no ha visto lo mejor,
espere a llegar.
Eran altos
funcionarios, todos importantes y con ganas de pasárselo bien. Contándola a
ella, a Román, al piloto y a la azafata, viajaban dieciséis en total.
La moza les
sirvió unos canapés y refrescos y al terminar, para sorpresa de Marcy, les
obsequió con un provocativo striptease trabucado, de tanto en tanto, por
las turbulencias en la aeronave.
Unos virajes casi
acrobáticos y el aparato aterrizó en una pequeña pista rodeada de una
exuberante vegetación. Descendieron y fueron recibidos por un individuo del
tamaño de un oso que gastaba unas gafas negras que le cubrían la mitad de la
cara. Román se dirigió a él y hablaron los dos un rato aparte de los demás.
Después Román hizo una seña y todos le siguieron caminando un trecho por un
sendero hasta un edificio enorme de planta baja.
Los introdujeron
en una estancia acondicionada como un anfiteatro y se fueron sentando en las
gradas. Después el de las gafas abrió una puerta y comenzaron a desfilar pedazo
de hembras, desnudas, con un distintivo pegado en la espalda. Todas
extraordinarias por su belleza y de todas las razas. Pasaron después algunos
mozos jóvenes, también numerados. Cuando acabaron de salir quedaron alineados
de cara a las gradas.
Román estaba
sentado al lado de Marcy.
–Ahora voy a
nombrar a cada caballero para que escoja lo que quiera, verá que divertido. El
orden aquí marca el nivel de importancia. Eso les encanta.
Y fue señalando a
cada uno, sin decir su nombre. Y ellos iban diciendo los números elegidos.
Y los que además
de número llevaban un aspa roja eran vírgenes, le dijo Román. Fueron elegidos
los primeros.
Cuando
terminaron, los viajeros fueron conducidos en autobús a un complejo turístico
de muchas estrellas y al poco llegaron las personas exhibidas.
–Ahora ya a gusto
de cada uno. Éstos tienen que estar aquí en la recepción todo el tiempo hasta
que les llamen –dijo Román.
Marcy no podía
creer lo que estaba viendo.
–Oiga, no le dije
nada a usted, pero, sírvase si desea alguno. ¡Pruebe!
Permanecieron en
aquel lugar por tres días, pero Marcy se limitó a bañarse en la playa, tomar el
sol y descansar en su cuarto viendo la televisión. Los hombres estaban
demasiado ocupados como para reparar en ella.
Cuando partieron
de vuelta comenzó a sentir por Román una mezcla de miedo y repulsión, que
ocultó como pudo a golpe de falsas sonrisas de mujer de calendario.
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