Costó un gran esfuerzo acallar las
protestas de los pequeños para que admitieran cenar e ir a acostarse, después
de haberles mostrado el padre la videoconsola que les había traído como regalo.
Fue él quien se encargó de arroparlos y mimarlos, como si fuera el padre más
feliz del mundo. Después se dirigió a la cocina, donde se encontraba Marcy
ultimando la cena y se encaró a ella de malas formas.
–Tú, dime por dónde has andado últimamente.
Me dicen que golfeando, sinvergüenza…
–Pero cariño, ¿qué estás diciendo? Estaba
deseando verte, mi vida.
Marcy se dio cuenta en seguida de que, con
seguridad, el compañero de Manele encontrado en el mesón, había calentado la
cabeza a su marido.
–¡Deseando verte, mi vida! –la imitó,
sarcástico–. Te han visto por ahí ligando, en cuanto me he dado la vuelta. ¿Te
crees que yo voy a consentir esto? ¿Por quién me tomas?
Las protestas de él iban creciendo en tono
y Marcy se percató de la cercanía de una nueva tormenta.
No sirvió de nada tratar de decirle que
había coincido con Nacho por casualidad, el compañero de estudios
universitarios, al que Manele conocía también.
Susurró una breve disculpa y se dirigió
hasta el salón contiguo. Manele la siguió, encendió un cigarrillo y exhaló una
gran bocanada de humo mientras se acercaba al mueble bar. Una nueva calada y
apagó su pitillo, después se sirvió una copa de licor, que ingirió en dos
tragos. Abandonó su vaso chocando su base contra la superficie de cristal. El
ruido sobresaltó a Marcy. Se dirigió a ella y le dio una bofetada que estalló
en la parte izquierda de su cara.
Ella se dio cuenta de que las cosas habían
llegado a un punto de no retorno. Se tambaleó debido al impacto del golpe, y
cayó sobre una butaca, que se desplazó hacia atrás por la misma fuerza, y fue a
detenerse contra la pared. Permaneció sentada, inmóvil, aterrorizada. Él se
aproximó y, cogiéndola por el pelo, comenzó a zarandear su cabeza mientras
continuaba vociferando.
–¿Sabes?, ya hace tiempo que tenía que
haberte dado una buena paliza, para que aprendas. Pero aun estamos a tiempo.
Haciendo presa en su cabello, la levantó en
volandas y le propinó varios bofetones en la cara. Las palmadas resonaron
mezcladas con la respiración acelerada de él y con el llanto y las súplicas de
Marcy.
–¡Los niños...!, ¡por favor! –musitó ella.
Pero Manele parecía no oírla. Una oleada de
nuevos golpes caían por cualquier parte de su cuerpo, mientras ella utilizaba
sus brazos como escudo, como entonces, cuando era pequeña, intentando esquivar
cuanto podía. Un hilo de sangre comenzó a manar de sus labios.
Sin acabar de saciar su cólera le sujetó
los brazos, para inmovilizarla, y la arrojó al suelo sobre la alfombra del
salón.
–Como me lo vuelvas a hacer, ¡fíjate que te
mato!
–¡Cobarde! ¡Cobarde, hijo de puta! –rugió
ella entre dientes, sin miedo alguno.
Él la miró desde su altura, con frialdad.
Ella extendió el brazo derecho, hacia el
mueble estantería grande, donde tenían sus mejores libros y adornos, recuerdos
de sus viajes.
Cogió un estilete que utilizaban como
abrecartas.
–Ven, si eres hombre, y mátame si puedes. O
si no te mato yo a ti.
Estaba sentada en el suelo, con todos los
músculos en tensión, dispuesta a todo. Él se dio media vuelta y se fue en
dirección a la cocina; abrió y cerró, de golpe, la puerta de la nevera, y
después se encerró en el dormitorio matrimonial hecho un basilisco.
Gracias por este nuevo capitulo, ya tengo ganas del próximo!!!
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