–Tú estuviste colaborando con los Totale.
Primero nos espiaste para Lank Corporate y después los ayudaste en el sabotaje
al Zeol, nuestra joya más preciada, no sé como pudiste, mamarracho.
–Sabes como funciona ese mundo, Raúl, tú lo
sabes mejor que nadie, que estuviste metido a fondo.
Aquello Marcy no se lo esperaba. Le miró
con semejante disgusto reflejado en el rostro que él giró la conversación hacia
ella.
–Querida, iba a decírtelo. Un error de juventud,
malas compañías, la ambición de cuando se es joven, inexperto. Ya te explicaré.
Veníamos diciendo que todos tenemos un pasado…
Raúl pareció encajar el envite con
naturalidad y se volvió al subdirector.
–No me distraigas, ahora el que está metido
en problemas eres tú. Agradecido tenías que estar de que te esté avisando.
–¿Avisando de qué? –preguntó el interesado.
–Al final te rajaste y les diste una
información errónea para el sabotaje al edificio, pero lo saben, me he
enterado, ponte a buen recaudo.
El otro sí pareció alarmado al oír aquello.
Manele regresó con las aceitunas en ese
momento.
–Por eso te advierto de que te conviene
marcharte cuanto antes. Cuando os encontré a los dos en la plaza delantera del
Zeol el día del incendio, y os jugasteis la vida por la compañía…–Raúl se
interrumpió, emocionado.
–Lo he hablado con la Duxa y te ofrecen un
puesto en la sede central, allí no darán contigo. ¡Vete! Es todo lo que te
puedo decir.
Los visitantes no habían tomado ni un sorbo
de vino.
Raúl ladeó la cabeza indicándole a Marcy la
puerta.
–¿Nos vamos?
–Voy a llamar a los niños –dijo Manele.
Raúl fue hacia el coche y lo encendió. Lo
estacionó ante la puerta principal y abrió el capó para que metieran el
equipaje de los niños. Se volvió a sentar en el puesto de conducción y Marcy
ocupó el otro asiento delantero contiguo con la vista perdida en los viñedos
que tenía delante.
–Te lo explicaré, amor mío. Tengo toda la
vida para explicártelo. Sé que lo entenderás –dijo él con seguridad.
Todavía tuvieron que esperar un rato hasta
que llegaron los niños.
El subdirector se quedó dentro de la casa y
no salió a despedirse. Marcy pensó que si a ella le hubieran dicho algo como lo
que le habían dicho a él, cogería un vuelo hacia la isla más desierta del
planeta y se pasaría allí varios años comiendo cocos y pescado sin dar señales
de vida.
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