Trasplante de
corazón, casi nada. Un asunto de tal clase que jamás pensó que fuera a tocarle
tan de cerca.
Hasta entonces,
cuando había oído algo por la tele, se lo figuraba casi de ciencia ficción.
Tenía que
consultar con el médico, al margen de su madre, y pedirle explicaciones.
Pidió una cita
urgente y fue a hablar con él. Temía que el doctor fuera a despacharla con
frases de complacencia y ella no supiera reaccionar.
El doctor la
esperaba y la miró, serio, desde su plaza detrás de la mesa, por encima de las
gafas. Le indicó sentarse en una de las dos sillas.
–Usted dirá –dijo
mientras extraía la historia clínica correspondiente, de una carpeta.
Marcy se sentía
tan nerviosa que se quedó sin voz.
–Tranquila, ya sé
lo que quiere usted, información sobre el trasplante cardiaco, ¿no es así?
Ya se había dicho
la terrible palabra. Asintió con la cabeza procurando dominarse.
–Sé que es duro
para ustedes, lo sé. Además el caso de su padre es limítrofe. Tiene sesenta y
cinco años, demasiado viejo para una cirugía tan agresiva, y demasiado joven
para morir.
Ya había dicho la
otra palabra. Casi lo prefería.
Había que echarse
el miedo a la espalda. Si la guerra era a muerte, que fuera a muerte.
–Hábleme con
franqueza, doctor, quiero saberlo todo.
–Él cumple todos
los criterios; la edad, por los pelos, pero también la cumple. Si dan su
permiso le ponemos en lista de espera. Puede hablar con su madre y me dan la
contestación.
–¿Qué
probabilidades tiene de salir vivo, doctor? Dígamelo.
–Cincuenta por
ciento.
–¿Y si no se
trasplanta?
–No sobrevivirá
más de un año.
El médico le
mostró un modelo anatómico, parecido a un juguete que tuvo cuando era niña,
sólo que de mucho mayor tamaño, y le explicó la técnica de la operación.
También le advirtió que, aún en caso de éxito, los tratamientos serían
complejos.
–Por lo que usted
dice no hay otra opción. Nosotros diremos que sí, cuente con ello.
–Piénsenlo. Los
pros y los contras.
Aquel médico era
tan equilibrado, tan ecuánime, que la exasperaba.
–A ver, doctor…
¿Qué haría usted en este caso si fuera usted el enfermo?
–Yo no puedo
contestarle a esa pregunta.
Marcy se doblegó,
no iba a sacar nada en claro.
El corazón de
plástico estaba sobre la mesa y Marcy lo cogió y lo examinó, luego lo colocó en
el hueco del modelo anatómico y se determinó a marchar.
–Gracias. Mañana
le diremos algo.
–Sin prisa.
Ustedes, sin prisa.
Al día siguiente, sin más demora, dieron al
galeno la solicitud, por escrito y firmada, para que Arturo entrara en la lista
para el trasplante.
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