Al poco de la marcha de Manele
recibió una llamada de Sonia indicándole que viajaría a Greda, a pasar el fin
de semana, y que quería verla.
Quedaron en el mismo bar, ya
conocido por las dos, y allí la nórdica le comunicó su angustia. No tenía a
nadie en quien confiar, susurró al oído de Marcy, a bocajarro.
–Corro peligro de perderlo todo
por culpa de Manele, estoy desesperada– le dijo en cuanto tomaron asiento en
una de las mesitas redondas ante unas tazas de té.
Encontró a la joven decaída, como
no la había visto nunca, hablaba en tono bajo, algo ronco, nada habitual en
ella.
–Usted me había pedido que me
informara, menos mal que me avisa, señora.
Manele y yo habíamos realizado unas transacciones, que resultaran
ilegales…
La zozobra terminó por quebrarle
la voz hasta volverla casi inaudible.
–Y ahora la Brigada de Delitos
Monetarios me tiene en el punto de mira. He buscado un letrado para mi cuenta.
Me amenazaron con extraditarme si salgo condenada en un delito así.
–A ver, no te alarmes tanto, no
será tan grave…, seguro que habrá manera de aclarar todo eso. Manele es muy
espabilado, bien lo sabes tú –contestó Marcy con ligereza.
Siempre había sospechado que
Manele y la rubia platino habían estado liados.
La nórdica se lo confirmó así,
sín más.
–No quiero engaños por más
tiempo, Marcy. Yo tuve algo con él hace mucho, cuando entré en la compañía,
usted tenía la razón de tenerme manía. Le pido perdón por aquello, Marcy,
porque usted es una buena persona.
–Eso es agua pasada, Sonia. Ahora
creo que la relación con él te perjudica más que otra cosa, ¿no?
Marcy tuvo que reconocer una
secreta satisfacción por lo que le estaba ocurriendo a Sonia. No es que se
llegara a disgustar por enterarse de aquella relación, pero saboreó la
venganza. “Te lo tienes merecido, por caza maridos”.
La joven continuó su relato,
parecía que la confesión de aquel romance pasado le había dado más confianza al
ver la buena reacción de Marcy.
–He estado investigando por mi
cuenta, revisando los contratos hechos con inversionistas muy bien situados,
grandes fortunas, gente famosa y rica. Todos andan detrás de Manele para que
invierta sus capitales. Se va corriendo entre ellos que multiplica las
ganancias como nadie.
Se interrumpió para tomar un
sorbo de té y mordisquear una pasta que tomó de un platillo, cortesía del bar.
–Hasta ahora todo muy bien, pero
desde que los sabuesos de la Brigada andan detrás nuestro, yo estoy muy
preocupada; él sabe cómo es, que no se asusta de nada y no le afecta.
Marcy le preguntó a la chica por
la relación entre Manele y el subdirector.
–Son almas gemelas, Marcy. ¿Por
qué cree que el director los envía juntos a Brexals? Se apoyan entre sí en
todo, y la Unidad Internacional va muy bien, pero muy bien.
Marcy no le dijo nada de su
conversación con el director, para no alarmarla aun más.
–No sé por qué a mí me envió con
ellos… De vez en cuando el director solicita algún informe particular y yo se
lo elaboro. ¡Como se entere de este asunto de las inversiones de riesgo!
Las dos mujeres estaban reunidas
como tantas otras, a tomar algo en un café. Pero en este caso no para hablar de
su casa, ni de sus hijos, ni de cómo estaba el servicio, sino para compartir
asuntos financieros que las afectaban como ejecutivas de alto nivel.
Y en ese momento, Marcy, al darse
cuenta de ello, sintió cierta añoranza por aquella vida que tuvo una vez,
simple, libre de toda responsabilidad.
Sonia se caló unas enormes gafas
de sol que le cubrían media cara y se levantó, miró a ambos lados como si
temiera que la estuvieran vigilando, y se despidió de sopetón dejando a Marcy,
perpleja, sentada en la silla, sin acertar a saber si tenía que tomarse en
serio lo que acababa de escuchar.
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