–Marcy, ya hemos dado con lo que
necesitaba, debe abandonar ya Lank Corporate. Despídase usted misma sin pedir
liquidación siquiera. Diga que le han hecho una oferta mejor y váyase. De otro
modo corre un riesgo innecesario. Ya les hemos pillado.
–Sí, Raúl, ahora mismo.
–De acuerdo, nada más que se despida,
véngase por aquí. La aguardo en mi despacho.
No le conocía de mucho tiempo, eso era lo
cierto, pero había desarrollado plena confianza en él y seguía sus dictados sin
el más mínimo temor.
No le apetecía tener que hablar ni con
Nacho ni con el gerente de Lank Corporate, de manera que, a la mañana
siguiente, garabateó en un papel: “Me despido voluntariamente. Renuncio a todo
derecho laboral. Marcy”, estampó la fecha y su firma y lo metió en un sobre dirigido
al gerente. Tomó su maletín con sus trabajos personales y, a la salida, dejó el
sobre en la recepción del Trass Building.
Estaba hasta la coronilla de aquel lugar.
Bastante suerte había tenido que pudo
cumplir su empeño, pero no quería saber ya nada más de todos ellos.
Y se fue lanzada en dirección al Zeol
Center, al despacho de dirección.
Nada más verla avanzar por el pasillo, la
secretaria de Raúl esbozó una sonrisa, abrió la puerta del despacho del
directivo y la cerró detrás de ella.
–Marcy, no sé como agradecérselo.
De la manera más natural, se acercó a ella
y la rodeó con sus brazos. Todo el cuerpo de ella vibró en una ráfaga de
sensualidad. Él, ajeno al sentir de ella, contento, relajado, la separó un
poco, y la miró a los ojos con una suavidad que derretía.
–Es usted para mí algo especial… Sé que es
la esposa de un empleado mío, uno de los mejores, y que no tengo nada que
hacer, pero no me importa, la admiro, y con eso me basta.
Continuó hablando en un tono más bajo,
sutil, aunque cargado de firmeza.
–Quizá el destino me dé alguna oportunidad.
Se merece a alguien que se ocupe de usted, que la cuide.
Ella miraba hacia el suelo, apabullada.
–Pásese ahora mismo por contratación porque
tengo el gusto de considerarla, desde hoy, la primera empleada de esta
compañía. Estábamos a punto de hundirnos y gracias a ti, Marcy, volveremos a
ocupar el lugar que nos corresponde.
Ella comenzó a balbucir palabras de
gratitud.
–La verdad, no sé qué decir… Puedo
continuar, si le parece, mis proyectos para el desarrollo, los que presenté en
La Unión. Están aprobados y a mi nombre, y puedo llevarlos a cabo también en
esta compañía.
–Será un honor para nosotros, Marcy,
adelante, no hay tiempo que perder.
Abandonó el despacho marcando el paso con
un taconeo más fuerte del habitual, más vibrante, y sintió la energía y el
nervio de una mujer capaz de todo.
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