Marcy observó que Manele estaba guapísimo,
moreno, ataviado con su vaquero y su camisa blanca, sus cabellos ya lucían unas
canas en las sienes que lo hacían aún más irresistible. Calzaba alpargatas de
esparto como los lugareños, según su costumbre cuando estaba en el campo.
A ella se le vino a la cabeza que, por
primera vez en la vida, lo veía contento y centrado en un proyecto. Aunque ella
no pensaba compartirlo.
–Eso puede ser buena idea, es verdad que
está muy de moda –repuso Marcy.
Pero él no continuó en su contumacia por
meterla a ella en el negocio como Marcy se temía.
Manele degustó el liquido dulce de su
copita y tomó una pasta de las que se elaboraban en un convento cercano y que
era tradición de la casa comprar, para tomar como capricho, después de las
comidas y entre horas.
–Qué buenas están –dijo–. Tomaros una.
Y repartió entre sus invitados,
acercándoles una caja repleta de ellas que despedía un fino olor a mantequilla
fresca.
El subdirector asintió.
–Exquisitas –y se volvió a Marcy–. Tú
trabajaste con Nacho en Lank.
El hombre pasaba de los cincuenta, pero
parecía mucho mayor, de pelo rubio, más bien ralo y largo, a Marcy le pareció
que teñido. Lucía joyas de oro y gafas. Parecía un galán de otro tiempo, ya
algo caduco.
Marcy se quedó parada. Todo el mundo supo
en Greda que había sido ella quien había destapado el asunto del espionaje de
Lank Corporate contra la Duxa.
–Sí –respondió Marcy.
–Nunca debí meterme en aventuras con ese
menda. Traicioné a la Duxa, engañé a mi mejor amigo –dijo mirando a Manele–. Me
busqué la ruina yo sólo.
El subdirector explicó que había conocido a
Nacho al pertenecer los dos a la Asociación Internacional de la Empresa y que
en las reuniones de la sociedad el ambicioso Nacho, así mismo lo describió el
subdirector, le propuso que le pasara información sobre las actividades de la
Duxa.
–Yo acababa de llegar a Brexals, recién
muertos mis padres, estaba perdido y me dejé embaucar, macho. Ese siempre le
tuvo envidia a Manele y consiguió ponerme a mí también en contra de él.
El subdirector se desahogaba recapitulando
aquel período de su vida.
–Luego, Manele se lió con la zorra de
Isabel y yo me fui metiendo más y más con Nacho, a espaldas de mis
colaboradores de la Duxa. Me pagaban buen dinero, y me hacían caso, que era lo
que yo más necesitaba.
A través de las gafas Marcy pudo ver que
tenía los ojos enrojecidos. Tomó un sorbo del vino y miró a Arcadia.
–Y ahora aquí me tienen…, solterón y solo
en la vida, a empezar de nuevo, como usted. Pero tengo un tesoro, mi amigo me
ha perdonado. Como el gran hombre que es.
“Gran perro es lo que ha sido conmigo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario