No había logrado quitarse de encima la
preocupación por haber dejado a los niños en la finca en semejante situación.
Se sentía algo irritada, como con ganas de discutir.
Salieron del restaurante en silencio y se
fueron al apartamento de ella.
Marcy había habilitado un dormitorio
pequeño para su madre y, cuando llegaron, Amelia estaba trasteando por allí,
limpiando y ordenando.
–Estoy muy entretenida, hijos –dijo,
absorbida por sus tareas–. Deseando que vuelvan mis nietos mañana.
Marcy asintió y Raúl la miró, interrogante.
–¿Vamos a mi apartamento? Me he comprado
una cafetera nueva, te invito.
Mejor así, le habían entrado ganas de
pedirle alguna explicación a Raúl.
Bajaron por el ascensor a la vivienda de
él. Marcy se lanzó al sofá mientras él manipulaba el nuevo cachivache. Hizo dos
tazas de café muy oscuro y luego las vertió en dos copas grandes, añadió un
chorro de whisky y un poco de crema en cada una.
–Quizá nos venga bien –indicó en voz baja.
Colocó cada copa en su posavasos, sobre la
mesa, y le tendió a Marcy una varilla para agitar la bebida.
–Estás preocupada –dijo, mirándola con sus
ojos verdes, algo sombríos.
–A ver, ¿no es para estarlo? Mira dónde
tengo a mis hijos, mira lo que ha sucedido, mira lo que han dicho de ti.
A Marcy se le estaba haciendo más y más
presente lo que el subdirector había hablado sobre Raúl.
–Yo también he cometido mis errores, ¿qué
te creías? –dijo él, serio, mientras agitaba su copa –Son etapas en la vida,
Marcy. Las cosas no son tan sencillas como tú piensas.
–Ya lo veo –dijo ella.
–Cuando yo empecé en la Duxa recibí mucho
apoyo de León –dijo él, observando a través de la ventana el nuevo rascacielos
en construcción–. Román, su hijo, y yo, fuimos los dos inseparables, candidatos
a desarrollo, la clase alta de la compañía, los elegidos para llegar a la
dirección.
Tomó un sorbo de la bebida caliente y se
sentó a su lado, pasándole el brazo por los hombros. Ella no se movió.
–Tenía que habértelo dicho, lo reconozco.
Después ya me di cuenta de los métodos del grupo de León, de los Totale, de
dónde venía su poder y su dinero, de la droga, del tráfico de mujeres, de la
delincuencia organizada. Y me fui apartando.
–Tú te beneficiaste de todo eso –dijo
Marcy, perdiendo su vista en el vacío.
–Querida, no es tan sencillo, no. Ese grupo también da trabajo a mucha gente,
crea riqueza...
–Yo te tenía por una persona sensata –dijo
ella, mirándole enfadada.
–Ya te digo que me aparté. Sólo que León me
la guarda, porque el que llegó a la dirección fui yo. Román era muy impulsivo,
problemático, ya te conté el escándalo de su titulación universitaria falsa.
Los dueños de la Duxa no lo querían.
–Así que le debes el puesto a León.
–En cierto modo sí –dijo él con franqueza.
–Cuánta mierda por todas partes –dijo ella
en voz baja.
Aún no estaba satisfecha.
–¿Y liarte con una casada?
Él la miró, extrañado, pero sabía de lo que
hablaba Marcy.
–¿Cómo dices? Yo estaba libre y cuando me
enteré de que estaba casada, ya me había metido de lleno. Además fueron sólo
unos meses.
Raúl se mantenía sereno, a pesar del
interrogatorio, y la estrechó con suavidad.
–Vamos a ver una película, ¿quieres? Es
normal que estés preocupada.
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