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lunes, 13 de julio de 2015

Marcy (207)


No había logrado quitarse de encima la preocupación por haber dejado a los niños en la finca en semejante situación. Se sentía algo irritada, como con ganas de discutir.
Salieron del restaurante en silencio y se fueron al apartamento de ella.
Marcy había habilitado un dormitorio pequeño para su madre y, cuando llegaron, Amelia estaba trasteando por allí, limpiando y ordenando.
–Estoy muy entretenida, hijos –dijo, absorbida por sus tareas–. Deseando que vuelvan mis nietos mañana.
Marcy asintió y Raúl la miró, interrogante.
–¿Vamos a mi apartamento? Me he comprado una cafetera nueva, te invito.
Mejor así, le habían entrado ganas de pedirle alguna explicación a Raúl.
Bajaron por el ascensor a la vivienda de él. Marcy se lanzó al sofá mientras él manipulaba el nuevo cachivache. Hizo dos tazas de café muy oscuro y luego las vertió en dos copas grandes, añadió un chorro de whisky y un poco de crema en cada una.
–Quizá nos venga bien –indicó en voz baja.
Colocó cada copa en su posavasos, sobre la mesa, y le tendió a Marcy una varilla para agitar la bebida.
–Estás preocupada –dijo, mirándola con sus ojos verdes, algo sombríos.
–A ver, ¿no es para estarlo? Mira dónde tengo a mis hijos, mira lo que ha sucedido, mira lo que han dicho de ti.
A Marcy se le estaba haciendo más y más presente lo que el subdirector había hablado sobre Raúl.
–Yo también he cometido mis errores, ¿qué te creías? –dijo él, serio, mientras agitaba su copa –Son etapas en la vida, Marcy. Las cosas no son tan sencillas como tú piensas.
–Ya lo veo –dijo ella.
–Cuando yo empecé en la Duxa recibí mucho apoyo de León –dijo él, observando a través de la ventana el nuevo rascacielos en construcción–. Román, su hijo, y yo, fuimos los dos inseparables, candidatos a desarrollo, la clase alta de la compañía, los elegidos para llegar a la dirección.
Tomó un sorbo de la bebida caliente y se sentó a su lado, pasándole el brazo por los hombros. Ella no se movió.
–Tenía que habértelo dicho, lo reconozco. Después ya me di cuenta de los métodos del grupo de León, de los Totale, de dónde venía su poder y su dinero, de la droga, del tráfico de mujeres, de la delincuencia organizada. Y me fui apartando.
–Tú te beneficiaste de todo eso –dijo Marcy, perdiendo su vista en el vacío.
–Querida, no es tan sencillo, no.  Ese grupo también da trabajo a mucha gente, crea riqueza...
–Yo te tenía por una persona sensata –dijo ella, mirándole enfadada.
–Ya te digo que me aparté. Sólo que León me la guarda, porque el que llegó a la dirección fui yo. Román era muy impulsivo, problemático, ya te conté el escándalo de su titulación universitaria falsa. Los dueños de la Duxa no lo querían.
–Así que le debes el puesto a León.
–En cierto modo sí –dijo él con franqueza.
–Cuánta mierda por todas partes –dijo ella en voz baja.
Aún no estaba satisfecha.
–¿Y liarte con una casada?
Él la miró, extrañado, pero sabía de lo que hablaba Marcy.
–¿Cómo dices? Yo estaba libre y cuando me enteré de que estaba casada, ya me había metido de lleno. Además fueron sólo unos meses.
Raúl se mantenía sereno, a pesar del interrogatorio, y la estrechó con suavidad.
–Vamos a ver una película, ¿quieres? Es normal que estés preocupada.


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