Tenía
por seguro que con el último que podía hablar era con Manele y que tendría que
echar las redes por otras partes, ahora que ya había decidido llegar hasta el
fondo.
Pensándolo
bien, no le había extrañado tanto lo que Rafa le reveló. En realidad ella se
había enterado de casi todo, pero lo dejó pasar. Llevaban poco tiempo de
matrimonio y sin trabajo y con un niño pequeño, a ver a dónde iba a ir.
Ella
bien se daba cuenta de que los tres socios estaban metidos en negocios
extravagantes, que nada tenían que ver con su actividad en la compañía y que
podría costarles su puesto de trabajo o incluso algo más.
Pero
la ambición de Manele no tenía límite en aquel tiempo y no le bastaba con la
línea ascendente que llevaba en la empresa, necesitaba un buen pelotazo, eso
decía a veces en casa, algo que les sacara de aquella vida mediocre.
Y
casi le llevó a las puertas de la cárcel.
Pero
todo aquello quedó muy atrás, en el olvido, como un negocio fallido, nada más;
y él continuó adelante creciendo cada día, sobre todo a los ojos del
subdirector de la Duxa.
Sonia
se encontraba en Greda de vacaciones, se lo había dicho a Marcy durante aquel
encuentro en el parque. Sabía que la nórdica tenía alquilado un pequeño
apartamento en la Milla de Oro. Consiguió su número en la compañía, la
telefoneó y quedaron en un bar céntrico.
A
raíz de la última conversación con ella, le pareció que la chica era buena
gente.
Y
aunque hubiera tenido algún lío con Manele años atrás, ahora a Marcy ya ni le
importaba. Quería averiguar algo más acerca de los negocios de él, si es que
ella sabía algo.
Se
presentaron las dos, casi a la vez, en el bar, de buena mañana, vestidas de
manera informal. La ejecutiva, que hacía mucho deporte, venía de correr por el
Parque Central.
Encargaron
unas bebidas y tomaron asiento en una mesita redonda. Sonia le preguntó por sus
hijos antes de que entraran en materia.
–Le
extrañará lo que voy a pedirle, Sonia, pero usted sabe que hace tiempo que
estoy distanciada de mi marido y conozco poco de su actividad en Brexals. Quizá
usted podría decirme algo, porque hace un tiempo colaboré con él en un proyecto
y ahora está todo parado, ¿sabe algo usted?
–A
mí, señora, me pasa algo parecido –dijo despacio, con su acento peculiar, con
su voz melódica, suave–. Conozco bien lo referente a la compañía, pero sé que
él tiene algún otro negocio. Puedo enterarme, si usted quiere, en cuanto
regrese a Brexals.
Tuvo
la impresión de que la ejecutiva se dolía también del abandono de Manele y que
ahora militaban las dos en el mismo bando, el de las repudiadas.
–No
tenga duda, señora, si necesita algo, yo estoy con usted, llámeme cuando
quiera.
Marcy
sintió una gratitud inesperada por aquella joven que había sido objeto de sus
celos.
La
joven quedó en comunicarse por teléfono en cuanto supiera algo y salió del bar
para continuar su entrenamiento, mientras Marcy, pensativa, regresó en autobús
a Mazello.
Aquella
misma tarde se encontró con Lucas en la guardería, empujando la sillita de su
hija. Poco atractivo, orondo y calvo, había empeorado desde el accidente de su
hija, parecía más nervioso. Le dio la impresión de que quería comunicarle algo.
Cuando
dejó a la niña jugando con los demás se acercó a ella.
–Marcy,
nunca tuvimos mucha confianza para hablar, pero, muchacha, ¡estoy hasta las
narices!
Marcy
le miró, extrañada.
–A
mi me basta con lo que tengo, con mi familia y mi oficina, y ahora cuidando a
Laurita todo lo que puedo. No quiero más negocios para volverme rico de la
noche a la mañana, estoy bien como estoy, pero no puedo con Laura. Nos hemos
metido otra vez los tres y no sé cómo acabará esto.
–¿Los
tres?
–Sí,
Manele, Román y yo; bueno, Laura, que me ha obligado a entrar en esto, yo no
estaba nada convencido. Primero que íbamos a hacer un negocio tremendo cogiendo
inversiones de capitalistas y nos íbamos a forrar, de eso hace ya más de un
año. Pero luego vinieron los líos de faldas y ahora ellos dos están enfrentados
y a mí me tienen entre la espada y la pared, porque yo aprecio a los dos, son
mis amigos.
–Han
cambiado mucho las cosas, Lucas.
–Sí,
ya sé que vosotros no estáis bien, ya lo sé. En fin, ya veremos lo que pasa,
pero sea lo que sea no me gustaría que pienses mal de mí.
Interrumpió
su confidencia y se fue a observar los juegos de su hija.
Y
Marcy percibió que Lucas se quedaba con algo importante en el tintero y que
estaba lejos de enterarse de todo.
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