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lunes, 30 de diciembre de 2013

Marcy (127)


Los tíos ya se encontraban en la casa y, en seguida, todos rodearon la mesa, engalanada para la ocasión con un mantel de hilo con graciosos bordados, hecho por Amelia hacía muchos años.
Habían logrado colocar al padre en un sillón y situarlo en una de las cabeceras de mesa, conectado a su botella de oxígeno a través de un fino tubo transparente. Se le veía contento, tenía un buen día.
La anfitriona trinchó con pericia en el aparador un tremendo asado, y lo colocó de manera artística en el centro de la mesa. Dieron buena cuenta de él, y terminaron con un postre de crema y unos buñuelos dulces que Amelia elaboraba sólo aquel día del año.
–¿Cómo va nuestra inversión? –preguntó en la sobremesa el dueño de la casa a Manele.
–De maravilla, suegro, de maravilla, produciendo un doce por ciento, una rentabilidad alta y segura –contestó Manele.
El tío Gerardo, a pesar de su edad, iba arreglado como un dandi, engominado y luciendo un fino bigote. Torció el gesto con expresión dubitativa.
–Cuidado, Arturo, no te confíes demasiado, hace poco me ofrecieron a mí algo parecido y resultó al final una estafa, me libré por los pelos –sonrió, astuto, levantando las cejas.
–No le hagas caso, cuñado –terció la tía Mery–. Lo que te aconseje tu yerno no puede fallar, sabe bien lo que hace.
Las dos hermanas sentían veneración por Manele, no sabían dónde ponerlo.
La suegra le había ofrecido, del asado, los bocados más exquisitos, y al finalizar la comida abrió en su honor una enorme caja de bombones, ofreciéndole a él el primero según era su costumbre.
Por poco el tío dio al traste con la agradable asamblea volviendo a sacar el controvertido asunto del dinero de Arturo; el enfermo no estaba para preocupaciones y la tía Mery pateaba a su marido por debajo de la mesa para cerrarle la boca, pero con escaso resultado, porque el otro dale que te pego poniendo mil inconvenientes a aquella clase de inversión.
No sería la primera ocasión en que la comida familiar acababa como el rosario de la aurora, tirándose unos a otros los trastos a la cabeza y sacando rencillas del pasado, mientras la anfitriona replicaba en voz baja que era la última vez que celebraba la fiesta. Después, los ánimos se terminaban calmando y a otra cosa.
Y esa vez Manele distrajo la atención, sacando el tema de los preparativos de la cena que estaba organizando, con tal maestría que, al poco, ya estaban todos escuchándole embobados, como si estuviera dictando leyes de obligado cumplimiento.


lunes, 23 de diciembre de 2013

Marcy (126)



El inicio del curso escolar, a mediados de septiembre, coincidía con la celebración de las fiestas de La Cosecha en Greda, y la ciudad se llenó, un año más, de mercadillos medievales donde se podían degustar y adquirir los frutos de la tierra más logrados, observar animales bien criados, de las mejores razas locales, y presenciar antiguos oficios, representados por gentes ataviadas con trajes tradicionales.
A los niños les encantaba el paseo por la ciudad durante aquellos días, de la mano de sus padres, y comprar, en puestos multicolores, algodón de azúcar y manzanas de caramelo. Y les encantaba asistir a la comida acostumbrada en casa de sus abuelos.
El día grande, el último de la semana de fiestas, los padres de Marcy invitaban a almorzar en un ritual que se repetía de año en año y al que acudían, además de Manele, Marcy y los pequeños, los tíos Gerardo y Mery.
La tía, hermana de la madre, era una dama mucho más sofisticada que ésta, y el tío un verdadero cascarrabias, pero Marcy les guardaba afecto desde pequeña, cuando pasaban ambas familias días de veraneo juntos. Los tíos no tenían hijos y todos los caprichos eran para la sobrina.
La madre le comunicó que ese año tendría lugar el banquete, como siempre, y que los esperaba a todos, recalcó, a todos.
Llegó el día señalado y Marcy partió, de paseo por la ciudad, con un hijo de cada mano, perfectamente endomingados como era la costumbre. Se detuvieron en un teatro de títeres, a presenciar la función, que siempre terminaba con unos buenos escobazos a la bruja, y después continuaron a pie a casa de los abuelos, comiendo unas golosinas recién compradas.
Marcy se había puesto un sencillo vestido de flores pequeñas amarillas, de manga corta, pues aún apretaba el calor, largo hasta la rodilla, y sandalias planas de cuero, y llevaba colgado de un brazo, en un capazo, un bollo dulce para Amelia, que había hecho la víspera, como mandaban los cánones.
Los tres llamaban la atención, caminando entre los rústicos que voceaban sus productos a los cuatro vientos; los dos niños, tan pulcros, y su madre que era la pura personificación de la femineidad.
Cansados ya del paseo recalaron en casa de los padres para la comida.
Cuando llamaron al timbre y Manele les abrió la puerta, Marcy se quedó atónita.
Los pequeños, alborozados, se lanzaron a abrazar al padre, y ella permaneció detrás, sin saber qué decir, sujetando el capazo con las dos manos.
–¡Hola! Así que has venido… –dijo Marcy apenas rozándole la cara con su mejilla–. No contaba contigo.
–Cómo voy a faltar, cariño. Jamás me perdería yo la invitación de tu madre –contestó él mientras Amelia, satisfecha, se acercaba pasillo adelante a abrazar a sus nietos.
–¡Ya estaba deseando veros a todos juntos! –exclamó ésta.
Manele advirtió pronto que, a causa de su trabajo, debería regresar a Brexals esa misma tarde, y que había tomado un vuelo por la mañana, ex profeso, con la única intención de cumplir con la festividad como cada año.





lunes, 16 de diciembre de 2013

Marcy (125)


La llegada de los niños, a principios de septiembre, la distrajo por completo de cualquier otra inquietud que no tuviera que ver con su cuidado. Los había echado tanto a faltar que todo el tiempo era poco para prodigarles el cariño atrasado.
Hubo que ponerse en marcha para la preparación del curso escolar y quedó absorbida por las ocupaciones de su trabajo y de sus pequeños, que quedaban con Arcadia en la guardería durante su horario de trabajo y otras veces en casa de los abuelos.
Los niños habían dicho que el padre había prometido venir a fin de mes.
El comienzo del curso representó la vuelta a una rutina que tenía ya casi olvidada.
El trabajo, la casa y los niños, salvo algún tiempo libre en la guardería o con Rafa, y vuelta a empezar.
Pero el bedel ya no le era tan imprescindible como antes.
Y se había adaptado a su nuevo trabajo a la perfección.
Enfundada en su traje oscuro, que casi se había convertido en uniforme para ella, mocasines y portafolios, con su cabello recogido, manejaba su mundo con eficacia, dentro y fuera del Trass Building, que se había convertido en su segunda casa.
Estaba contenta con su equipo y su equipo con ella. Y estaba muy agradecida a Nacho.
Llevaba ya un mes en Lank Corporate y la oficina de Nacho se había convertido en su segundo despacho, para hablar, tomar un piscolabis juntos y también para gestionar documentos a través del fax, del que carecía en su despacho.
Una mañana, tan temprano que Nacho aun no había aparecido, observó el aparato expulsando gran cantidad de hojas de papel, algunas de ellas ya en el suelo. Al recogerlas vio que procedían de Brexals y, movida por la curiosidad, echó una ojeada a su contenido antes de colocarlas sobre la mesa.
Figuraba una relación detallada de las actividades de la Duxa Limited en el último ejercicio, con fechas y cuantías de movimientos de dinero, compras, ventas, relación de altas y bajas de empleados, cuentas de pérdidas y ganancias, adquisición de propiedades y cualquier otra actividad reciente de la empresa.
Quedó extrañada de aquel hallazgo en el despacho de su amigo, pero tuvo la intuición de que a Nacho no le gustaría que ella conociera aquel informe, de manera que tomó de nuevo el taco de folios y los colocó en la bandeja de salida del fax como si nadie los hubiera tocado.
Le cruzó por la cabeza como un rayo la idea de que su amigo estuviera recibiendo información privilegiada.
Aquella tarde, sin más tardanza, llamó por teléfono al bedel para decirle lo que había visto y Rafa le dijo que si podía hacer una fotocopia, de alguna hoja por lo menos, y que la revisarían juntos. A lo largo de los días siguientes estuvo atenta, a primera hora, a la actividad del fax, hasta que volvió a aparecer otro informe y, tomando unas cuantas hojas, las copió a toda prisa y las volvió a colocar en su sitio.
Invitó a Rafa a cenar, esa misma noche, para enseñarle los papeles.
Los niños ya estaban acostados y dormidos cuando él llamó a la puerta con los nudillos, por no despertarles.
Mientras tomaban unos canapés calientes, acompañados con un excelente vino, el joven revisó el escrito como si no hubiera hecho otra cosa en su vida.
–Esto es un informe sobre las actividades de la Duxa Limited que se envía desde Brexals a la empresa de ustedes con el fin, seguramente, de aprovecharse de esas averiguaciones y hacer negocio a costa de la Duxa.
–¿Qué quieres decir Rafa? ¿Que Nacho puede ser el beneficiario de toda esa información? Por eso ha subido tan alto en la compañía… ¡No puedo creerlo de él!
–Pudiera ser, señorita, pudiera ser. Usted me había dicho que el director de la Duxa sospechaba algo así, indudablemente estos papeles lo confirman. Puede investigar el origen por el número del fax que lo envió, seguro que coincide con el fax de la Oficina Internacional de la Duxa.
Eran todavía las nueve de la noche y Marcy se percató de que aun estaban abiertas las oficinas de la Duxa en Greda, de manera que llamó a información para pedir el número de fax.
–Soy la señora de don Manuel –la telefonista la conocía a la perfección–. Necesito el número de fax de la oficina de Brexals para enviarle un documento urgente.
Cuando la empleada le dio el número, vio que coincidía cifra por cifra con el que figuraba en los papeles que tenía en la mano.
–Rafa, tienes toda la razón, viene de allí. El caso, ahora, es saber quién lo envió. Espero que Manele no tenga nada que ver.
No le agradó nada darse cuenta de que Nacho, su amigo, su mentor, podía estar involucrado en algo así, pero quizá fuera todo un error o una mala interpretación de unos papeles; una paranoia más, a fin de cuentas, propia de una novata metida en la jungla de la multinacional Lank Corporate.


lunes, 9 de diciembre de 2013

Marcy (124)


Le presentó a los compañeros, con quienes iba a colaborar en lo sucesivo, y tomó posesión de un despacho propio, bastante cercano al de Nacho.
Llamó a sus padres, loca de alegría, para darles la noticia que llevaban tantos años esperando, sobretodo su padre. Llamó a Arcadia y a sus amigas.
Comenzó en aquel mismo instante su actividad con una reunión con el equipo, para ponerse al corriente de los proyectos en curso, y para decidir cuál iba a ser su participación.
Y se sintió pletórica por haber desempolvado su título universitario y haberlo convertido en un valor real.
–Señorita, mi mayor enhorabuena para usted.
Fue a casa de Rafa aquella misma tarde para darle la noticia.
Incluso la madre de Rafa salió a saludarla y compartir la novedad al oírlos hablar tan animados.
–Esto merece que lo celebremos, ¿no? –dijo Marcy–. Usted, señora, también está invitada. Vamos los tres a cenar al restaurante, porque siempre soy yo la que vengo aquí a darle la lata, hoy se viene con nosotros.
La madre de Rafa se tomó su tiempo para arreglarse y después salieron a un restaurante próximo donde pidieron el menú especial, que era del gusto de la señora, compuesto de patatas hervidas y carne braseada. Compartieron el postre combinado los tres, que consistía en gruesos y coloridos trozos de frutas tropicales acompañados de una variedad de helados.
Casi finalizada la cena sonó el teléfono de Marcy y lo que oyó vino a empañar aquel ambiente de fiesta. Era Sonia, que le advertía de que tenía que hablar con ella cuanto antes.
–Te llamo en media hora, ¿vale? –contestó Marcy.
–Hay que irse, tengo que hacer una llamada telefónica importante –le susurró a su amigo, al oido.
En un momento pagaron la cuenta y abandonaron el restaurante con diligencia.
Cuando llegaron a casa de Rafa se metieron en la salita para llamar.
Sonia estaba nerviosa, hablando deprisa, pero Marcy la entendió a la perfección. Le dijo que de ninguna manera volviera a participar en ningún negocio con Manele, porque ella misma, a quien también había pedido su colaboración, estaba corriendo peligro hasta de ser extraditada y que no podía decirle más porque temía que el teléfono estuviera pinchado, que ya la informaría cuando volviera a Greda, que sería en fechas próximas.
Rafa había pegado la oreja al auricular para enterarse de todo.
–Puede que no tenga nada que ver lo de Sonia con lo suyo, señorita. Si hubiese algo malo ya nos habríamos enterado. Usted, ahora, a centrarse en su nuevo puesto de súper bella ejecutiva. ¡El traje le sienta extraordinario!
Ella notó que su amigo quería quitarle hierro a lo de Sonia.
Rafa puso una silla con el respaldo bloqueando la manilla de la puerta, como solía hacer para que su madre no fuera a sorprenderles, y comenzó a desvestirla con aire pícaro, prenda a prenda, hasta que quedó desnuda y él aun vestido por completo. Se sentó en el sofá y la colocó a horcajadas encima de él y comenzó a moverle las caderas con suavidad, a un ritmo pausado.

Pero ella no logró eliminar del todo la preocupación de su mente y no podía concentrarse y le pidió a su amigo dejarlo para otra ocasión.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Marcy (123)



Llevaba esperando aquella llamada de Nacho desde hacía tiempo.
No se había lanzado a pedirle trabajo, a pesar de lo necesitada que estaba, y ahora era él el que se lo ofrecía, le venía como caído del cielo. La llamó por teléfono para que se pasara por la empresa para formalizar un contrato de prueba. Todos los esfuerzos realizados durante la carrera y el máster estaban dando sus frutos, estaba exultante de alegría.
Tomó toda la documentación necesaria y, de buena mañana, se presentó en la oficina de Nacho del Trass Building, vestida con un sencillo traje sastre de corte impecable, el maquillaje mínimo para darle un buen aspecto a su cara, y su cabello recogido en una coleta; portaba un bolso tipo cartera de trabajo, donde llevaba sus papeles, y calzaba unos mocasines de tacón medio.
No podía deshacer la sonrisa de su cara cuando entró en la oficina de Nacho.
–¡Enhorabuena, compañera! –Su amigo avanzó hacia ella y le estampó un par de sonoros besos en la cara–. Oye, guapa, ¡que ha llegado tu momento!
–Estoy que me da un ataque de nervios, ¡cuánto te tengo que agradecer, Nacho! –dijo ella mirándole a la cara con franqueza.
–¡Anda, anda!, no perdamos tiempo…, nos esperan los de Relaciones Laborales, llevas todo lo necesario, ¿eh?
Acudieron a formalizar el contrato y ella estampó, por primera vez, su firma como profesional de una gran empresa como Lank Corporate. Le pareció tocar el cielo con las manos.
–Voy a presentarte al gerente, Marcy, vamos a su despacho.
Subieron a una de las plantas superiores del edificio, donde se encontraba el despacho del más alto directivo. La secretaria les anunció y les dio paso en seguida, mientras sostenía, abierta, la magnífica puerta de madera que daba paso a la estancia.
El gerente se levantó de su sillón, se acercó a ella a buen paso y le estrechó la mano con entusiasmo.
–Nacho me ha hablado mucho de ti, Marcy. ¡Bienvenida a la compañía! Pronostico que tendremos una relación larga y fructífera para todos, por lo que Nacho me dice no tengo ninguna duda.
–Haré todo lo posible por estar a la altura… Estoy tan contenta de tener esta oportunidad… Es que no me lo creo –balbució ella, agradecida.
El gerente tomó una botellita de champán del frigorífico, la abrió y llenó tres copas de plástico, brindaron por la nueva empleada y por los mejores augurios para su labor.
Nacho se haría cargo de mostrarle su nuevo puesto de trabajo y sus funciones en el Departamento de Ayuda al Desarrollo.

El sueño de su vida hecho realidad.