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lunes, 26 de agosto de 2013

Marcy (109)


Quedó con Laura en el Café de la Esquina el sábado por la mañana, aprovechando un descanso en la compra semanal.
Su amiga estaba consumida, demacrada y delgada como un espantajo, se había disipado del todo su, ya de por sí, escaso atractivo. Las preocupaciones por su hija le estaban causando estragos.
Pero la niña adelantaba, y Laura se declaró agradecida por la ayuda de Arcadia.
–Tengo que decirte que la inmigrante resultó una bella persona, chula. Tenías tú razón.
Laura nunca había sido propensa a darle a Marcy la razón en nada.
Después de sucesivas valoraciones acerca del buen aspecto de Marcy, lo atractiva que lucía, que se había quitado un montón de años de encima y así, Laura le preguntó por Manele. Y Marcy le fue explicando lo sucedido entre ellos los últimos días, a excepción de lo tocante a Rafa. A fin de cuentas Laura era su única amiga y confidente, y necesitaba confesar sus preocupaciones a alguien.
Pero en la curiosidad de Laura quiso adivinar que la información pasaría de inmediato a Isabel, la verdadera interesada, y no quiso profundizar.
–Isa ha sufrido un aborto –le dijo de sopetón–. Está traumatizada, aunque yo creo que es lo mejor que le pudo pasar; el bebé, al parecer, venía mal, tenía una malformación.
A Marcy, la noticia, que quizá hace unos meses la hubiera agradado ahora la dejó casi impasible; con aquella persona ya cruz y raya, como se decía en su infancia cuando se enfadaban las amiguitas, cruz y raya.
–Está intentando volver con Román, está deprimida y sola. Ya sabes cómo es, que no se puede aguantar sin un hombre al lado.
–Por mí que haga lo que quiera –respondió Marcy con fingida frialdad.
Laura se despidió pronto, para continuar sus compras, dijo; y cuando se fue, Marcy se quedó pensativa. Laurita pretendía llevarse bien con todo el mundo, sin tomar partido por nadie. Se le antojó calculadora y más ambiciosa de lo que aparentaba. Había cambiado desde el accidente de su hija y a Marcy le pareció que para mal. Marcy desconfiaba de ella.
Permaneció un rato en el bar y aprovechó para tomar un bocadillo, después llamó por el móvil a Rafa para quedar por la tarde.
Hojeando el periódico del día observó una pequeña noticia donde se anunciaba la subasta de una casa de empeño. Hacía mucho tiempo que no se preocupaba de la estatuilla y decidió ir en aquel momento a verificar su estado. Quedó horrorizada al informarse de que, si no depositaba el dinero en tres días, saldría a subasta en la siguiente partida. No le quedaba más remedio que acudir a Román.

lunes, 19 de agosto de 2013

Marcy (108)

 
A la hora de costumbre, Nacho le hizo una seña desde la puerta de su despacho para ir a comer a uno de los bares del edificio, como solían hacer casi todos los días.
Ella cogió su bolso y entró en el despacho de su amigo con la intención de preguntarle por la inversión de Manele, con dinero de su padre, en Inc Corporate.
Le encontró muy serio, como preocupado por algo, algo muy raro en él.
Nacho tecleó en su equipo.
–Esa compañía no existe, Marcy, lo he revisado en mi base de datos. Bueno, podría ser alguna de nueva creación que no esté registrada aquí. Supongo que si Manele invierte ahí será porque es un valor seguro.
Tuvo miedo de que Nacho estuviera enfadado con ella.
Él seguía serio como un palo. Cuando entraron en el ascensor y se cerró la puerta, Nacho agachó la cabeza fijando la vista en el suelo, a ella le pareció que intentaba reprimir las lágrimas.
–Marcy, García me acaba de decir que el pez gordo con el que se lió mi mujer es el director general de la Duxa Limited.
Lo dijo en voz baja, como avergonzado, sin levantar la cara, dando pequeños puntapiés al piso del ascensor.
Acababa de enterarse de aquello y estaba hundido, humillado. A Marcy le pareció que aún albergaba sentimientos hacia su ex. Estaba acostumbrada a verle siempre alegre, dinámico, y le chocó encontrarle tan vencido.
–Bienvenido al club de los corazones rotos –le dijo ella, tratando de consolarle–. Qué más da uno que otro, Nacho, alguno tenía que ser.
Durante aquella breve comida que compartieron apenas se miraron y sólo intercambiaron unas pocas frases hechas, cada uno enfrascado en sus propias cavilaciones.

lunes, 12 de agosto de 2013

Marcy (107)

Continuaba acudiendo a diario a Lank Corporate donde sus prácticas iban viento en popa, pero no quiso ahondar con Nacho en su vida personal ni hablarle de los movimientos económicos que venía haciendo, porque temía que fuera muy estricto, en particular con el tema fiscal. Si le decía la manera en que estaban llevando a cabo las transferencias no iba a parecerle bien, y mucho menos que se hubiera metido a mayores con un tipo como Román, una especie de gánster, según su amigo.
La llamada de Nacho para que acudiera a primera hora a su oficina del Trass Building, la pilló por sorpresa y le causó un mal presentimiento. García le acababa de llamar diciendo que quería hablar con ellos.
Cuando llegó ya se encontraban en animada charla los dos amigos, tomando un refresco de la pequeña nevera del despacho. Nacho le sirvió a ella una bebida y se sentaron en los sillones dispuestos alrededor de la gran mesa de trabajo.
García comenzó a explicar que, después de haber tratado a Marcy durante el fin de semana del balneario, se sentía obligado a decirle que estaba preocupado por unos datos que figuraban en los papeles que le pasaba Román y que al principio le habían parecido banales. Marcy figuraba en los documentos solicitando la apertura de unas cuentas bancarias de alto riesgo, en las que se habían depositado fondos cuantiosos.
Nacho se encaró con ella disgustado.
–Marcy, ya te avisé de que no te metieras en líos con esa gente. Me consultaste y te aconsejé, pero has hecho lo que te ha dado la gana.
García salió en defensa de Marcy. En principio lo que había visto era todo legal, sólo que le había llamado la atención la cantidad de dinero y que Marcy pudiera tener relación con el tal Román, un tipo vinculado a negocios al menos dudosos.
–El de Imomonde, ¿eh? –preguntó Nacho.
–En efecto, en aquella época estaba metido en negocios con un tal Lucas y con tu marido, Marcy, estaban los tres en la empresa. Al final salieron mal, hubo un dinero que desapareció y estuvieron al borde de la cárcel. Pero ese Román tiene contactos de alto nivel, a ese no hay quien le pueda.
Nacho y Marcy escuchaban interesados, aunque ella conocia bien la época de la inmobiliaria.
–A raíz de aquello se distanciaron –prosiguió García–. Y además el subdirector de la Duxa comenzó a potenciar a Manele en la empresa, lo tomó de delfín, de niño bonito, y eso a Román no le gustó nada. Luego salieron Lucas y Román de la empresa y sólo quedó Manele. Pero hace poco que se rumoreó que volvían a tener negocios en común.
Te voy a decir yo a ti el negocio que tienen en común”. Pero no era para sacar en aquel momento temas de matrimonios.
García se mostraba gran conocedor de los entresijos del mundo empresarial.
–Pero, en fin, Marcy, no te preocupes, tampoco es que haya visto yo nada ilegal, sólo era por informarte. Nacho, a ti también tenía que decirte algo, algo personal.
–Tranquilos, que yo voy a lo mío.

Marcy se dirigió a la zona de trabajo que la empresa le había asignado, en una esquina de una sala diáfana, no lejos del despacho de Nacho, donde bullía la masa de trabajadores, separados sólo por unas escuetas mamparas. Ocupó su plaza, que constaba de una pequeña mesita, un ordenador y una silla, comenzó a meter datos como una posesa durante toda la mañana.

lunes, 5 de agosto de 2013

Marcy (106)

Para mayor seguridad llamó por teléfono al enólogo, la única persona en quien podía confiar en la hacienda. Recordó a duras penas su nombre completo y obtuvo su número de la guía telefónica.
–Cuanto tiempo, Marcy, me alegro de hablar contigo. Ya me imagino porqué llamas. No te preocupes, los niños están bien.
La tranquilizó mucho oírselo decir al químico.
–No paran de jugar en todo el día, tienen amiguitos de las fincas cercanas, se bañan en la piscina. No pueden estar mejor. Ya me figuro que algo no va bien porque no te veo aparecer por aquí.
–Los problemas de antes que tú ya sabes, sólo que de mal en peor. Y a ti, ¿cómo te va, hombre?
–Aquí me tienen bien pillado. Haciendo las mezclas que me mandan y calladito. Convierto el vinagre en vino, ¿a que parece un milagro? Pues a cada poco ocurren milagros en la bodega. Y eso no es todo.
–¿Qué quieres decir?
–Que además les endilgamos a muchas botellas etiquetas de otras denominaciones superiores. Estamos a tope. Tienen intermediarios de primera que lo colocan en el extranjero.
–Pues a ver si los clientes no se dan cuenta.
–Esto… mejor no, porque si esto se sabe, salimos en los periódicos. Ya me imagino el titular: “Fraude en la bodega, el enólogo, implicado”.
–Veo que no pierdes el sentido del humor...
–Y lo peor es que gano mi sueldo de siempre, ni más ni menos. Y si no trago me echan, y dónde voy yo, con sesenta años a pedir trabajo. Ya tú sabes cómo se las gastan tus suegros.
–Si tú supieras… A mí me han hecho de todo para quitarme de en medio. No les gusto a los vinateros, hombre. Y lo están logrando, ¿te das cuenta? Pero por mí pueden meterse su vino por donde les quepa.
–Yo prefiero bebérmelo, Marcy, pero del bueno, del que compro en el supermercado.
Siempre que habían hablado lo hacían así, medio en broma y se consolaban de lo mal que les había ido en la propiedad vinícola.
–Qué mal hice marchándome de la Duxa, el Manele me hizo una buena jugarreta.
–¿Nunca pensaste en reincorporarte?
–Estos me tienen aquí preso, chica. Si me voy son capaces de denunciarme y colocarme a mí todo el marrón. Parece que no los conoces.
Marcy oyó que él se apartaba del teléfono unos segundos.
–Esto..., tengo que dejarte, que me van a oír y me meto en un lío. Tú tranquila por los niños, estaré pendiente. Te llamo si veo algo raro.
–No sabes lo que te lo agradezco.

Y colgó el teléfono satisfecha por tener aquel aliado suyo en la bodega.