Para mayor
seguridad llamó por teléfono al enólogo, la única persona en quien podía
confiar en la hacienda. Recordó a duras penas su nombre completo y obtuvo su
número de la guía telefónica.
–Cuanto tiempo,
Marcy, me alegro de hablar contigo. Ya me imagino porqué llamas. No te
preocupes, los niños están bien.
La tranquilizó
mucho oírselo decir al químico.
–No paran de
jugar en todo el día, tienen amiguitos de las fincas cercanas, se bañan en la
piscina. No pueden estar mejor. Ya me figuro que algo no va bien porque no te
veo aparecer por aquí.
–Los problemas de
antes que tú ya sabes, sólo que de mal en peor. Y a ti, ¿cómo te va, hombre?
–Aquí me tienen
bien pillado. Haciendo las mezclas que me mandan y calladito. Convierto el
vinagre en vino, ¿a que parece un milagro? Pues a cada poco ocurren milagros en
la bodega. Y eso no es todo.
–¿Qué quieres
decir?
–Que además les
endilgamos a muchas botellas etiquetas de otras denominaciones superiores.
Estamos a tope. Tienen intermediarios de primera que lo colocan en el
extranjero.
–Pues a ver si
los clientes no se dan cuenta.
–Esto… mejor no,
porque si esto se sabe, salimos en los periódicos. Ya me imagino el titular:
“Fraude en la bodega, el enólogo, implicado”.
–Veo que no
pierdes el sentido del humor...
–Y lo peor es que
gano mi sueldo de siempre, ni más ni menos. Y si no trago me echan, y dónde voy
yo, con sesenta años a pedir trabajo. Ya tú sabes cómo se las gastan tus
suegros.
–Si tú supieras…
A mí me han hecho de todo para quitarme de en medio. No les gusto a los
vinateros, hombre. Y lo están logrando, ¿te das cuenta? Pero por mí pueden
meterse su vino por donde les quepa.
–Yo prefiero
bebérmelo, Marcy, pero del bueno, del que compro en el supermercado.
Siempre que
habían hablado lo hacían así, medio en broma y se consolaban de lo mal que les
había ido en la propiedad vinícola.
–Qué mal hice
marchándome de la Duxa, el Manele me hizo una buena jugarreta.
–¿Nunca pensaste
en reincorporarte?
–Estos me tienen
aquí preso, chica. Si me voy son capaces de denunciarme y colocarme a mí todo
el marrón. Parece que no los conoces.
Marcy oyó que él
se apartaba del teléfono unos segundos.
–Esto..., tengo
que dejarte, que me van a oír y me meto en un lío. Tú tranquila por los niños,
estaré pendiente. Te llamo si veo algo raro.
–No sabes lo que
te lo agradezco.
Y colgó el teléfono satisfecha por tener
aquel aliado suyo en la bodega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario