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lunes, 5 de agosto de 2013

Marcy (106)

Para mayor seguridad llamó por teléfono al enólogo, la única persona en quien podía confiar en la hacienda. Recordó a duras penas su nombre completo y obtuvo su número de la guía telefónica.
–Cuanto tiempo, Marcy, me alegro de hablar contigo. Ya me imagino porqué llamas. No te preocupes, los niños están bien.
La tranquilizó mucho oírselo decir al químico.
–No paran de jugar en todo el día, tienen amiguitos de las fincas cercanas, se bañan en la piscina. No pueden estar mejor. Ya me figuro que algo no va bien porque no te veo aparecer por aquí.
–Los problemas de antes que tú ya sabes, sólo que de mal en peor. Y a ti, ¿cómo te va, hombre?
–Aquí me tienen bien pillado. Haciendo las mezclas que me mandan y calladito. Convierto el vinagre en vino, ¿a que parece un milagro? Pues a cada poco ocurren milagros en la bodega. Y eso no es todo.
–¿Qué quieres decir?
–Que además les endilgamos a muchas botellas etiquetas de otras denominaciones superiores. Estamos a tope. Tienen intermediarios de primera que lo colocan en el extranjero.
–Pues a ver si los clientes no se dan cuenta.
–Esto… mejor no, porque si esto se sabe, salimos en los periódicos. Ya me imagino el titular: “Fraude en la bodega, el enólogo, implicado”.
–Veo que no pierdes el sentido del humor...
–Y lo peor es que gano mi sueldo de siempre, ni más ni menos. Y si no trago me echan, y dónde voy yo, con sesenta años a pedir trabajo. Ya tú sabes cómo se las gastan tus suegros.
–Si tú supieras… A mí me han hecho de todo para quitarme de en medio. No les gusto a los vinateros, hombre. Y lo están logrando, ¿te das cuenta? Pero por mí pueden meterse su vino por donde les quepa.
–Yo prefiero bebérmelo, Marcy, pero del bueno, del que compro en el supermercado.
Siempre que habían hablado lo hacían así, medio en broma y se consolaban de lo mal que les había ido en la propiedad vinícola.
–Qué mal hice marchándome de la Duxa, el Manele me hizo una buena jugarreta.
–¿Nunca pensaste en reincorporarte?
–Estos me tienen aquí preso, chica. Si me voy son capaces de denunciarme y colocarme a mí todo el marrón. Parece que no los conoces.
Marcy oyó que él se apartaba del teléfono unos segundos.
–Esto..., tengo que dejarte, que me van a oír y me meto en un lío. Tú tranquila por los niños, estaré pendiente. Te llamo si veo algo raro.
–No sabes lo que te lo agradezco.

Y colgó el teléfono satisfecha por tener aquel aliado suyo en la bodega.

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