Continuaba acudiendo a diario a Lank
Corporate donde sus prácticas iban viento en popa, pero no quiso ahondar con
Nacho en su vida personal ni hablarle de los movimientos económicos que venía
haciendo, porque temía que fuera muy estricto, en particular con el tema
fiscal. Si le decía la manera en que estaban llevando a cabo las transferencias
no iba a parecerle bien, y mucho menos que se hubiera metido a mayores con un
tipo como Román, una especie de gánster, según su amigo.
La llamada de Nacho para que acudiera a
primera hora a su oficina del Trass Building, la pilló por sorpresa y le causó
un mal presentimiento. García le acababa de llamar diciendo que quería hablar
con ellos.
Cuando llegó ya se encontraban en animada
charla los dos amigos, tomando un refresco de la pequeña nevera del despacho.
Nacho le sirvió a ella una bebida y se sentaron en los sillones dispuestos
alrededor de la gran mesa de trabajo.
García comenzó a explicar que, después de
haber tratado a Marcy durante el fin de semana del balneario, se sentía
obligado a decirle que estaba preocupado por unos datos que figuraban en los
papeles que le pasaba Román y que al principio le habían parecido banales.
Marcy figuraba en los documentos solicitando la apertura de unas cuentas
bancarias de alto riesgo, en las que se habían depositado fondos cuantiosos.
Nacho se encaró con ella disgustado.
–Marcy, ya te avisé de que no te metieras
en líos con esa gente. Me consultaste y te aconsejé, pero has hecho lo que te
ha dado la gana.
García salió en defensa de Marcy. En
principio lo que había visto era todo legal, sólo que le había llamado la
atención la cantidad de dinero y que Marcy pudiera tener relación con el tal
Román, un tipo vinculado a negocios al menos dudosos.
–El de Imomonde, ¿eh? –preguntó Nacho.
–En efecto, en aquella época estaba metido
en negocios con un tal Lucas y con tu marido, Marcy, estaban los tres en la
empresa. Al final salieron mal, hubo un dinero que desapareció y estuvieron al
borde de la cárcel. Pero ese Román tiene contactos de alto nivel, a ese no hay
quien le pueda.
Nacho y Marcy escuchaban interesados,
aunque ella conocia bien la época de la inmobiliaria.
–A raíz de aquello se distanciaron
–prosiguió García–. Y además el subdirector de la Duxa comenzó a potenciar a
Manele en la empresa, lo tomó de delfín, de niño bonito, y eso a Román no le
gustó nada. Luego salieron Lucas y Román de la empresa y sólo quedó Manele.
Pero hace poco que se rumoreó que volvían a tener negocios en común.
“Te voy a decir yo a ti el negocio que
tienen en común”. Pero no era para sacar en aquel momento temas de
matrimonios.
García se mostraba gran conocedor de los
entresijos del mundo empresarial.
–Pero, en fin, Marcy, no te preocupes,
tampoco es que haya visto yo nada ilegal, sólo era por informarte. Nacho, a ti
también tenía que decirte algo, algo personal.
–Tranquilos, que yo voy a lo mío.
Marcy se dirigió a la zona de trabajo que
la empresa le había asignado, en una esquina de una sala diáfana, no lejos del
despacho de Nacho, donde bullía la masa de trabajadores, separados sólo por
unas escuetas mamparas. Ocupó su plaza, que constaba de una pequeña mesita, un
ordenador y una silla, comenzó a meter datos como una posesa durante toda la
mañana.
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