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lunes, 14 de abril de 2014

Marcy (142)



–¿Qué tal, Rafa? Te tengo muy abandonado, la verdad, pero es que me ha ocurrido de todo, ya te contaré.
Marcy había llamado por teléfono al bedel para quedar con él y cerrar ya el trabajo Fin de Máster, porque ya se estaba agotando el tiempo para su presentación.
–¿Me ayudarías con el trabajo, Rafa, si eres tan amable?
–Por descontado que sí, señorita, lo que usted diga, de mil amores.
–Si te parece, quedamos mañana por la tarde en la guardería, para que puedas revisar los libros de registro y coger todos los datos que hagan falta. ¿A las cinco?
–Perfectamente, allí estaré, recuerdo la dirección. Hasta mañana, señorita.
Tenía cierta aprensión ante el encuentro con Rafa, sobre todo si le contaba lo que había ocurrido con su trabajo, cómo la habían expulsado y cómo había vuelto y con qué clase de encargo.
Llegó al centro infantil y poco después apareció Rafa. Charlaron un rato con Arcadia y después ésta volvió a sus ocupaciones.
–Esta empleada me parece muy competente, señorita, muy adecuada para el trabajo, ha acertado.
Pasaron al cuarto de administración donde revisaron la contabilidad y copiaron los datos necesarios en la fotocopiadora.
–Todo esto tiene muy buena pinta, su trabajo va a quedar redondo –Rafa quedó en suspenso unos segundos–. Indudablemente, ha tenido suerte con su empleada.
Marcy no supo a ciencia cierta el motivo de que una ráfaga de celos la atravesara por sorpresa, unos celos carentes de fundamento, porque ella no amaba al joven.
Le sorprendió reconocer aquel absurdo instinto de posesión.
–Rafa, ¿me acompañas a recoger a los niños? Después podemos pasar por mi casa para meter estos datos en el ordenador.
–Lo que usted diga, señorita.
A la salida del cole anunció a los niños que un compañero de su trabajo tenía que ayudarla en casa.
–Se llama Rafa –anunció Marcy señalando en dirección al bedel.
Los niños nunca le habían visto porque las pocas veces que había ido a la casa de Marcy los pequeños ya estaban dormidos en su cuarto.
Manu lo miró con recelo, como si viniera a competir con su padre, el cual se había vuelto a marchar a Brexals al día siguiente del accidente.
–Eres más feo que papá –dijo Manu tan campante.
Pablo miró a la madre y Marcy percibió la aprobación en los ojos del niño.
–No es tan feo como tú dices, Manu –dijo Pablo.
Los niños iban delante de ellos caminando despacio, remoloneando, mientras porfiaban.
Llegaron al piso y tomaron algo de merienda y, mientras los peques se pusieron con sus tareas, los mayores atacaron las suyas hasta que quedó el trabajo Fin de Máster sólo pendiente de las últimas conclusiones.

–Va a ser el mejor trabajo de todos, señorita, indudablemente, porque sé lo que están haciendo sus compañeros y no le llegan ni a la suela de los zapatos. Le darán el primer premio.

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