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lunes, 28 de abril de 2014

Marcy (144)


Tres días después del ingreso de Román en el hospital el juez llamó a declarar con urgencia a todos los adultos presentes en el comedor del restaurante cuando ocurrieron los hechos.  También acudió el médico de guardia que se había encargado del paciente desde el primer momento, el cual llevaba un portafolio con documentación.
Con quien más tiempo se tomó el juez fue con Manele. Se habían producido contradicciones entre los declarantes y el juez le tenía en el punto de mira.
En la misma puerta del juzgado, donde se encontraban todos, pasando por turno a hacer su declaración, se detuvo un vehículo de alta gama del que descendieron los padres de Román con el hombre del traje elegante y la cartera.
Ese debe ser el abogado”. Y para su sorpresa, nada más verla, se dirigieron a ella para pedirle hablar más tarde con detenimiento de todo lo sucedido y ella les respondió que faltaría más. Le dejaron una tarjeta con la dirección de un hotel de Greda donde estaban alojados y quedaron allí a las siete de la tarde.
Marcy dejó a los niños en la guardería y acudió puntual a la cita.
–Pase, señora –dijo el del traje, abriendo la puerta de la enorme suite.
Los padres de Román, muy respetuosos, la invitaron a sentarse en un bello sofá de flores con textura de seda. El padre tomó la palabra el primero.
–Mi nombre es León. Supongo que no esperaba que la llamásemos –dijo con prudente cortesía acomodándose en una butaca de piel marrón capitoné.
Mientras tanto, su esposa encargó al servicio del hotel café y bebidas, que aparecieron con diligencia, acarreadas sobre una preciosa mesa de metal y cristal con ruedas.
El camarero sirvió a todos según su deseo, mientras la gente permanecía en silencio. Nada más que el sirviente abandonó el cuarto el padre prosiguió.
–Marcelina, Marcy, mejor, según creo, ¿no es así? Tenemos indicios de que su esposo ha tenido más que ver de lo que parece en la desgracia de nuestro hijo.
Tomó un pequeño sorbo de su café y se puso en pie en el centro de la habitación.
–Queremos pedirle que testifique en su contra. Sea o no sea verdad si fue un accidente, sabemos que ha sido un hijo de puta con Román. Y lo va a pagar, vaya que si lo va a pagar. Román nos tenía al corriente de todas las fechorías que le hizo el tal Manele.
Quedó cabizbajo unos segundos.
–Y con usted no ha sido mejor, sabemos cómo la ha maltratado, hemos hecho averiguaciones. Tendrá la oportunidad de resarcirse.
Desde luego aquel caballero estaba acertando en la rabia acumulada que sentía contra su marido. Sólo con oírle decir aquello al padre de Román, si lo tuviera delante, le pegaría un tiro si tuviera con qué hacerlo.
–El médico nos ha dado esperanzas por la evolución que está teniendo y ha presentado un informe al juzgado indicando que por el tipo de lesiones que tiene, la caída pudo haber sido provocada por alguien. Sólo falta que usted declare que Manele le empujó y lo metemos en la cárcel, que es donde debe estar. ¿No le parece? Hay que meterle mano como sea.
Marcy se sintió confusa ante lo que acababa de oír. Desde luego, Manele era un sinvergüenza pero no había empujado a Román ni le había causado más heridas que las humillaciones, que eran su especialidad.
Pero aquella era una oportunidad de oro para vengarse de él.
–Discúlpenme señores, pero tengo que pensar en todo esto.
Tomó el resto de su café de un sorbo y se levantó para marcharse.
El del traje elegante la acompañó a la puerta.

–Yo soy el abogado, señora. No se alarme, estaremos en contacto.

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