Novela gratis online para leer por entregas.


martes, 15 de mayo de 2012

Marcy (42)


El centro social donde trabajaba Laura estaba situado en el edificio del ayuntamiento, en el centro de Mazello, Marcy lo conocía bien. Hizo y deshizo varias veces el camino hasta que franqueó la puerta.
Tras el mostrador de recepción se encontraba su amiga cumpliendo su tarea administrativa y Marcy se acerco a hablar con ella. Laura se alegró mucho de verla, nunca la había visitado en su oficina.
–¡Pero a qué se debe este honor, Marcy! ¿Qué tal estás?
–Lau, perdona que te moleste en tu trabajo, pero si tienes un momento tengo que decirte algo.
Cruzaron una mirada breve y la funcionaria cambió de talante.
Laura, sin más tardanza, solicitó a una compañera que ocupase el puesto en su ausencia. Dirigió a Marcy a un despacho vacío, cerrando la puerta tras ellas. La decoración del lugar era nula, salvo por un enigmático cuadro a base de franjas oscuras cruzadas que pendía, torcido, de una pared.
–Por favor, ¡suéltalo! ¿Qué es lo que te está pasando, Marcy? Llevas una cara que parece una máscara. Alguien te ha pegado.
Se apoyó en el borde de la mesa mientras Marcy ocupaba una de las sillas con la cabeza gacha.
–Hace tiempo que mi marido, cuando se pone nervioso…
–¿Qué tendrá que ver eso con los nervios? Nada de nada. Es que pega y ya está. Y tú eres la consentidora, Marcy. Y no es la primera vez, caray.
Sabía que Laura, por su clase de trabajo, era bien conocedora de aquel tipo de problemas. Contaba casos así muchas veces en sus reuniones de café. Le explicó todo lo que había sucedido.
–Aquí hay profesionales que te pueden ayudar, Marcy.
Continuó con los ojos clavados en el suelo del despacho, en silencio; al rato levantó, dubitativa, la cabeza, con gesto serio, pero sin lágrimas.
–Es que no me gustaría que se supiera, Lau. Después de todo él es muy trabajador y es el padre de mis hijos. Les haría mucho daño a los niños.
–Y el daño que te hace a ti, ¿es que no cuenta?
Laura la rebatía con firmeza, puesta en pie en el centro de la habitación.
–Todas dicen igual, sufriendo ese tormento sin sentido ¡No puedo creer esto de ti!
–Pues no estoy dispuesta a convertirme en un caso de esos que andan por los tribunales siendo la comidilla de la gente. ¡De eso ni hablar! –afirmó Marcy con decisión.
Laura quería persuadirla.
–Escucha, mujer. Estás amenazada y a veces las amenazas se cumplen. Debes asesorarte, Marcy, necesitas ayuda.
–Manele es bueno, Lau, sólo es la presión del trabajo. Ya conoces sus malos humores. Pero es una buena persona y un buen padre.
–¿Bueno?, ¿qué estás diciendo? –le replicó Laura volviendo a enfadarse– ¡Ni aunque fuera el único hombre sobre la tierra!
Marcy se levantó de su asiento, y se encaró con Laura.
–¡No es tan fácil como crees!, claro que tú, como tienes una familia ideal, trabajas, y todo te va bien…, no sabes lo que es.
–¡Escucha, Marcy! Tú tienes la culpa de mantener las cosas como están. Tienes estudios, eres una mujer capaz, inteligente. Muévete, trabaja, ¡sal adelante por ti misma!
La perorata de Laura apenas tuvo eco en su cerebro. “Laurita soltándome el sermón”. Y se apartó de su amiga, dirigiéndose hacia la puerta.
–Está bien, Lau, prometo que pensaré en todo esto.
–Tú eres la única que puede cambiar las cosas, Marcy, es tu responsabilidad.
–Te agradezco mucho tu ayuda –mintió Marcy–. Por cierto, ¿qué es de Isabel?
–Hace tiempo que no la veo. Me llamó por teléfono hace poco. Está encantada. Me explicó que viaja mucho por cuestión de negocios de su pareja.
–¿Ves?, ella sí que sabe como manejar a los hombres –dijo Marcy cabizbaja.
–No te vayas a creer. No te fíes de las apariencias. Laura quedó en silencio un momento, como absorta en sus pensamientos.
–¡Adiós, Lau!, ¡hasta pronto! Nos vemos el próximo jueves –Marcy se despidió, aparentando animación frente a su amiga, con dos besos de compromiso y abandonó el centro con paso firme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario