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martes, 4 de septiembre de 2012

Marcy (58)



Marcy no sabría indicar, a ciencia cierta, cuándo algo empezó a torcerse en los negocios de su marido, y él comenzó a mostrar de su mal genio. Cada vez más irascible y huraño, ya ni siquiera su hijo le sacaba de aquel estado.
Las ligaduras con Marcy y su pequeño, hasta entonces dulces y tiernas, se transformaron en una pesada carga, en una atadura, y ella no veía la manera de hacer que las cosas volvieran a ser como antes, cuando eran felices.
La evitaba. Parecía un hombre a la fuga.
Hasta que un día, de golpe, igual que había empezado, la buena racha se terminó y la sociedad inmobiliaria tuvo que disolverse.
El recuerdo del día que se extinguió Imomonde quedó grabado en la memoria de Marcy para siempre.
Manele regresó aquel día más tarde de lo acostumbrado, furioso y triste.
–Quién me mandaría a mí meterme en ese jardín.
Estaban cenando, sin mirarse, enfrascados en sus pensamientos, metidos de lleno en la soledad terrible que se da a veces en las parejas.
El niño estaba en su cuna, dormido.
–¿Ocurre algo malo?
–Qué va a ser, fíjate, el capullo de Román, ese cabronazo nos ha vendido.
Por la clase de sus improperios Marcy supo que había ocurrido algo grave.
–Estamos en los tribunales por su culpa.
Marcy se alarmó de verdad, le miró extrañada.
–¿Qué te creías? ¿Qué iba a ser todo tan fácil? Tú, como estás aquí con el niño, tan tranquila, y el dinero te llega a manos llenas…
Manele había levantado algo el tono de voz.
Marcy tuvo miedo a una discusión y se mantuvo callada, tranquila.
–No te echo la culpa, no –dijo él–; es Román el culpable, el que me iba a hacer rico, el que casi me mete en la cárcel. ¡Tú, fíjate!
Su rostro expresaba sarcasmo y desprecio por el aludido.
–Los abogados de la Duxa dicen que nos van a sacar del paso pero, de momento, estamos empapelados.
–Todo va a arreglarse, cariño. Nos arreglaremos con menos, tú no te preocupes.
Él ya no dijo nada más y se acostó con el ceño fruncido.
Como para haberle dicho en aquel momento que estaba esperando su segundo hijo.
No, mejor dejarlo para otro día. 

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