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martes, 18 de septiembre de 2012

Marcy (60)


A partir del día en que Laura le comunicó aquel espantoso chismorreo sobre la supuesta infidelidad de su marido, Marcy decidió no volver a sus clases de la universidad y se tomó las vacaciones por anticipado. Había perdido la concentración por completo. 
Al día siguiente del encuentro con Laura llamó a Román al estudio de arquitectura, buscando su número en el listín telefónico.
No estaba, se encontraba trabajando fuera y, tras mucho rogarle al secretario consiguió su teléfono móvil.
–Perdone, ¿es usted Román? ¿Puede atenderme un momento?
Recordaba que el arquitecto trataba de usted a casi todo el mundo.
Hacía tiempo que no se veían salvo encuentros ocasionales por la calle o en el centro comercial de Mazello.
–Soy Marcy, no sé si se da cuenta de quién soy.
–Sí, señora…. ¿Qué puedo hacer por usted?
–Verá, hace un tiempo que no consigo contactar con Isabel, no me contesta al móvil.
–Me temo que no podré ayudarla. Hace un mes que ya no vivimos juntos –dijo con frialdad–. Incluso ha debido trasladarse al extranjero, pero no puedo decirle nada más.
–¡Ah! Lo siento, no lo sabía, lo siento mucho.
Su corazón se encogió ante la información del arquitecto y comenzó a despedirse farfullando disculpas sin sentido.
–Adiós, Marcy, pero si usted sigue siendo amiga de esa señora no tenemos nada más que hablar –dijo taxativo interrumpiendo con brusquedad la conexión telefónica.
Marcy se quedó como abobada, con el auricular en la mano.
“¿A ver si iba a ser verdad?”.
La cruel sospecha martilleaba en su cerebro impidiéndola pensar con claridad, no podía vivir con aquella duda por más tiempo, era preciso aclararlo todo cuanto antes. Llamó repetidas veces al móvil de su marido, sin resultado. Estaría ocupado en alguna gestión importante, no había que apurarse, al final aquella horrible incertidumbre quedaría resuelta de un plumazo. Otras veces había sucedido así y sus temores se habían demostrados locos, infundados.
El propio Manele llamó a su domicilio aquella misma noche y pasó un largo rato de charla con los niños, que le explicaron sus adelantos en la escuela y en los juegos de la consola que el padre les había regalado.
Cuando la madre tomó el teléfono le notó sereno, correcto, como él sabía serlo.
–Marcy, por desgracia, no podré ir estas vacaciones. Tenemos tanto trabajo que me va a ser imposible.
Ella no protestó simulando toda la tranquilidad de que fue capaz y le preguntó los motivos otra vez con fingido aplomo.
–Ya te explicaré, pero atiende a los extractos del banco los próximos días. Te daré instrucciones precisas. Un abrazo, cuida bien a los nenes. Ciao.
Colgó el teléfono sin saber qué pensar.
Laura había acertado en su predicción, no se podía negar, aquella mujer parecía dispuesta a amargarle la vida.


1 comentario:

  1. Como siempre un precioso capitulo, ahora a esperar al siguiente.....
    gracias por pasear por mis blog y por tus comentarios

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