Quien debía estar enfadado de verdad con
ella era Román, o ella así lo creía, porque hacía tiempo que el trato con él se
limitaba a darle las sumas de dinero establecidas, con precisión matemática,
evitando cualquier otro contacto, no fueran a volver los fantasmas de aquel
loco período vivido a su lado.
Cuando le miraba, lo que le venía a la
cabeza, no era para sentirse orgullosa.
Y temía la influencia de aquel hombre
poderoso.
–Buenos ojos la vean –comentó, divertido,
pocos días después del encuentro entre mujeres, en el parque, cuando ella
acudió a su habitual cita.
Le notó diferente, reanimado.
Desde que lo evitaba, él se comportaba algo
contrariado y reservado con ella. No era que le reclamara nada, pero Marcy
notaba, bajo su apariencia de perfecta educación, que ocultaba hacia ella un
silencioso reproche.
En aquella ocasión le pidió sentarse un
rato, dijo que prepararía un café y que tenía que contarle algo.
Marcy se disculpó por su distanciamiento.
–Es que estoy haciendo las prácticas de
empresa y en seguida empezaré con el trabajo Fin de Máster. Tengo que crear una
mini empresa en el mundo real, tendré que buscar un trabajador y gestionarlo
todo yo sola. Estoy muy ocupada, ya lo ve.
–No se preocupe, Marcy, sus estudios son lo
primero, ¿okay?
La obsequió con una sonrisa encantadora
antes de continuar.
–Mire, voy a decirle algo sorprendente,
algo que nos afecta a los dos, sobre esa parejita de tórtolos que nos han
engañado. Es increíble.
Mantuvo unos segundos de silencio y se
sacudió la cabeza para continuar.
–Su marido no es el padre del hijo de
Isabel, se ha enterado hace unos días y se lió un buen escándalo. Ella quedó al
descubierto y ahora viene a mí a lamerse las heridas. No sé qué es lo que
pretende.
Román se explicó al detalle sobre lo
sucedido. Al parecer, ella tuvo que hacerse una prueba médica para chequear la
salud del bebé, un análisis que era obligatorio en madres mayores de treinta
años.
–Su marido de usted estaba algo desconfiado
porque le había encontrado por casualidad una factura de una clínica de
reproducción asistida. Y él movió sus influencias y averiguó que el tratamiento
se hizo con células de donante anónimo.
Así que Manele no era el padre del bebé que
esperaba Isabel.
Los resultados de la genética habían sido
concluyentes.
–Imagínese cómo se habrá puesto su marido.
La echó de casa y ahora viene a que yo la recoja, que está muy arrepentida,
llorando como una magdalena. ¡Como si no la conociera!
Román no podía disimular su contento.
–Mire como al final el que la hace la paga.
Pero yo le he dicho que se las arregle, que ella sabrá lo que tiene que hacer,
dinero lo le va a faltar, eso bien lo sé yo.
En su fuero interno, Marcy saboreó la
venganza.
Manele, el atractivo y triunfador as de los
negocios se venía al suelo de manera inesperada, engañado y herido, víctima de
una arpía que parecía hecha a su medida.
Si Isabel salía de la vida de su marido
quizá ella tuviera una nueva oportunidad.
A lo mejor ahora buscaba el apoyo de ella y
de los niños, ahora que ya no le iba tan bien. Qué pasaría si Manele volvía con
la intención de acercarse otra vez a ella. A buen seguro no iba a pedirle
clemencia como un corderito, no era su estilo. Ella conocía bien el ego de
su marido. Estaría hecho una furia, aunque nunca lo daría a demostrar.
¿Había alguna salvación para ellos? Durante
años había vivido con la esperanza de un cambio en él y nunca se había
producido.
Quizá era el acontecimiento que podía
devolverlo al hogar de manera definitiva.
Con estas cavilaciones en la cabeza se
despidió de Román hasta el próximo día.
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