Nacho le había recomendado empezar cuanto
antes el trabajo fin de máster, a la vez que estaba de prácticas en Lank
Corporate. El trabajo consistía en la creación de una pequeña empresa y a Marcy
se le ocurrió montar una guardería en Mazello.
Había ido adquiriendo cada vez más soltura
en el mundo de fuera de las cuatro paredes de su casa y ya no le intimidaba
lanzarse a montar su propio negocio. Es más, siempre había echado en falta un
centro infantil cerca de su casa.
Acudió al ayuntamiento para solicitar el
permiso correspondiente.
Necesitaba un empleado que estuviera al pie
del negocio, porque ella apenas tendría tiempo para supervisarlo.
Miró en el periódico trabajadores en
demanda de empleo. Después de varias entrevistas le llamó la atención una joven
llamada Arcadia, de tez morena, casi negra y rasgos raciales, recién llegada
del cono sur. La muchacha tenía una hija pequeña que se había quedado en su
país de origen y contaba con estudios de magisterio.
Las dos se entendieron a la perfección nada
más verse.
Arcadia empezó a frecuentar la casa de
Marcy para preparar el proyecto y comenzar cuanto antes, harían falta al menos
tres meses de actividad de la empresa para someterla a evaluación y poder
presentar los resultados.
Estaban entusiasmadas con la idea de la
guardería.
Solicitaron un crédito para comprar el
material necesario, cuadernos, juegos y otros útiles de enseñanza y
equipamiento y buscar el local adecuado a un precio económico.
Arcadia necesitaba tramitar su permiso de
residencia que estaba próximo a caducar y acudieron al Centro Social de
Mazello, donde trabajaba Laura, que estaba muy puesta en emigración.
Cuando entraron en la oficina la vieron en
la recepción manejando un ordenador y fueron en su dirección.
–¡Pero qué sorpresa, chula! --Laura se
levantó sonriente, embutida en un vestido que le sentaba como un tiro.
–Venimos a darte la lata, Lau –dijo Marcy–.
Te presento a Arcadia.
En pocos minutos le explicaron todo a la
funcionaria y ésta envió a la joven a una de las oficinas para iniciar los
trámites.
Laura no perdió la ocasión de enredar.
–Ve con cuidado, ya sabes que de esta gente
no te puedes fiar, no te vayas a creer todo lo que te dicen, y no dejes que se
acerque a tus hijos. Para encima algunos acaban robando en las casas.
El cuchicheo de Laura la dejó indiferente.
Desde que interrumpieran sus reuniones de los jueves la notaba más distante, a
la defensiva. Después de lo mucho que había piado porque Marcy se lanzara a
trabajar, ahora que iba a hacerlo le ponía pegas.
Marcy escuchó sus tonterías sin prestarle
atención.
Tampoco tenía muy clara la relación que
había entre Laura e Isabel, ni sabía a ciencia cierta de qué bando estaba la
funcionaria.
Pero lo único que le importaba es que le
echase un cable en el asunto del papeleo.
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