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lunes, 7 de octubre de 2013

Marcy (115)


Al poco de la conversación con el directivo de la Duxa Limited la llamó Nacho para invitarla al cine y a cenar. No se habían vuelto a ver desde que Nacho supiera la relación de su ex esposa y el directivo. Nunca había visto a Nacho tan afectado.
Pero el aspecto con el que encontró a su amigo fue bien diferente, se le veía relajado y contento y la invitó a ver una película clásica de humor que hizo las delicias de los dos. No pararon de reír todo el rato y después también, durante la cena, recordando algunos lances cómicos de la cinta. No parecía querer hablar de lo de su ex en absoluto.
Arreglados de manera informal, tomaron carne a la brasa, deliciosa, en la terraza de un restaurante del centro de Greda.
Con cautela, Marcy sacó a colación la entrevista con el directivo de la Duxa.
Observó que él se ponía a la defensiva nada más mencionarlo.
–¡Qué bueno el elemento! Y encima pone mal a la gente, cuando él es el peor de todos. Así que dice que hay espionaje empresarial ¿eh?, y que mi empresa sale beneficiada. ¡De donde habrá sacado semejante idea!
Marcy se encogió de hombros.
–Lo que le pasa es que no le va bien el negocio y echa la culpa a los demás de sus propios fallos. Oye, la información corre por todas partes, ¿eh?, salvo que nosotros, en mi compañía, sabemos emplearla mejor.
Se repantigó Nacho hacia atrás, satisfecho de su comida, y pidió café y una copa de licor para cada uno.
–Pero, dejando eso aparte, Marcy, ¿cómo te va con Manele?, no hablas nunca de ello.
Nacho jamás se había metido en su matrimonio, pero aquella vez sacó a relucir el tema.
–Nacho, ¿qué te voy a decir a ti?, después de los años nos hemos ido desencantando, los niños y otras personas te van separando y al final, cuando te quieres dar cuenta, es demasiado tarde.
Ni se le ocurrió mencionar lo de los golpes, además, ya se le antojaba aquello tan pasado, que hasta le parecía raro que alguna vez le hubiera ocurrido.
–¡Oye, Marcy! ¡Piénsatelo! A veces son baches que se pasan. Todos sabemos cómo es Manele, que te ha descuidado, demasiado centrado en su trabajo, un poco como yo. Pero podéis tener otra oportunidad.
Nacho prosiguió su perorata.
–Tampoco puedes culparlo a él de no ejercer tu carrera, eso ha sido culpa tuya.
Le llamó la atención a Marcy que Nacho interviniera como consejero en su pareja, a la vista de cómo le iba a él con la suya.
–¿La viste más gorda?, ahora resulta que mi ex no para de llamarme; que me quiere, que por el niño, que volvamos como antes…, estoy que no puedo creerlo.
–¿Qué le contestaste tú?
–Yo la escucho, por ahora, no voy a darle el sí, así a la primera. Si hace meritos…–sonrió pícaro.
Marcy no entendía el cambio de actitud de su amigo.
–Es que, oye, el niño tira mucho y yo me lo estoy pensando. Tú debías hacer lo mismo. Además no estáis separados, todavía estás a tiempo de rehacerlo todo y quitarte de problemas, tenéis dos hijos.
–¡Ni hablar, Nacho! ¡Ni hablar! –el tono alegre de Marcy se tornó áspero–. Mi decisión está tomada y es firme. No volveré con él porque no estoy enamorada, así de sencillo.
Ahora fue Nacho quién tuvo que aguantarle a ella la matraca.
–He cometido muchos errores. Como has dicho, he pasado años y años sin trabajar, escondida detrás del gran hombre triunfador y de mis hijos, ¡pero eso ya se acabó!; ahora trabajo, estudio, soy alguien por mí misma y eso no voy a perderlo para volver al pasado.
Nacho la escuchaba en silencio.
–He vivido en un callejón sin salida, pero eso se acabó, con todas las consecuencias. Trabajaré y seré madre de mis hijos, y si puedo, más adelante, me enamoraré, pero no volveré con Manele.

Oyéndose a sí misma lo que estaba diciendo se lo iba creyendo más y más. Cuando terminaron su charla notó que había transpirado tanto que su camiseta estaba mojada como si hubiera hecho un esfuerzo físico descomunal, y al levantarse para abandonar el local sintió su cuerpo tan ligero como si le hubieran brotado alas en los pies.

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