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lunes, 14 de octubre de 2013

Marcy (116)


Aquel tórrido verano estaba llegando a los paroxismos de calor del mes de agosto, cuando cerraban por vacaciones la mayoría de los negocios en Greda. La guardería, por el contrario, crecía en actividad, sumándose los hijos de los veraneantes, que acudían desde todos los puntos del país a disfrutar de la belleza de aquel paraíso natural.
Lo mejor de todo había sido dar con una persona como Arcadia, parecía que se la hubieran traído ex profeso del otro lado del charco, un regalo de la vida, como la hermana que no tuvo.
Una mañana se la encontró llorando cuando llegó a la guardería.
–Marcy, es que no sé si sabré yo explicarle…, no voy a saber.
–Pero bueno ¿qué es lo que te pasa?
-Es que doña Lau me ha dicho que no se van a arreglar mis papeles, que voy a tener que volver a mi país.
–¿Y de dónde ha sacado eso doña Lau?, dime –preguntó, recalcando el “doña”.
–Dice que no tengo los certificados en orden y que figura que vivo aquí sólo hace tres meses. ¡Y yo ya llevo tres años y tengo derecho a la residencia!
Arcadia lloraba sin parar.
–¡Claro que tienes derecho! Habrá habido un malentendido. Lo aclararemos, no te preocupes.
Marcy intentó tranquilizarla, pero la chica sacó un papel de su bolso.
–¡Vea!, ¡Vea! –dijo, angustiada.
En el documento constaba que, en efecto, sólo llevaba residiendo tres meses.
–Esto Marcy significa que, que…, que me van a expulsar en cualquier momento. ¡Y mi niñita, que la traía ya para conmigo!
Se sentó en una sillita de colores agachó su cabeza, de cabello corto y rizado, y continuó llorando sin consuelo.
–Bueno, bueno, Arcadia. Habrá alguna confusión, iremos a aclararlo a la municipalidad, de inmediato.
–Es que no me atrevo a decirlo, pero…–empezó Arcadia–, pero es que, que doña Lau lleva tiempo preguntándome por cosas de usted y de su marido, y como yo no quise decirle nada, me dijo que no me iba a arreglar los papeles, ¡y lo ha cumplido!
–Pero bueno, Arcadia, ¿tú cómo puedes creer en lo que diga esa? Ella no tiene ninguna influencia en tus papeles, te ha engañado. Y debía estarte agradecida.
–Sí, me agradece, pero se enfadó porque yo no quise hablar lo que ella quería.
Marcy consultó a través del equipo informático la documentación de Arcadia y comprobó que en el documento original constaban tres años. El papel de la joven estaba falsificado.
–Tus documentos están bien, ¡perfectos!
Aquella tarde, cuando llegó Laura con su hija a la guardería, Marcy no vaciló en esgrimir el documento en toda su cara. Lucas las había acompañado.
–¿Qué pasó aquí, Laura? Debe haber habido un error, ¿no? Lo acabo de consultar y este papel está mal.
–No será nada –dijo Laura, toda azorada–. Si tiene un error se arregla y ya está.
–Mira, si tienes algún rollo que preguntarme me lo preguntas a mí –Marcy se señaló con la mano sobre su pecho–, pero deja en paz a Arcadia que no tiene culpa de nada.
Lucas intervino tomando el papel para examinarlo.
–Esto es muy fácil modificarlo con un ordenador, pero lo que importa es el que conste en la municipalidad, ¿quién habrá podido hacerlo?
Miró fijo, serio, a su mujer.
–Tú, no andarás metida en esto…, no será cosa tuya…
A Marcy le sorprendió la severidad, nada acostumbrada, de Lucas.
Estaba claro que era Laura quien había alterado el documento.
–¡Con lo que esta muchacha vale! –continuó él, refiriéndose a Arcadia–, que no sé lo que haríamos si no fuera por ella.
Cuando se fue el matrimonio con su hija, al final de la jornada de tarde, Arcadia se acercó a Marcy apesadumbrada.
–Hay otra cosa que le tengo que decir que me da mucha, mucha vergüenza. Recién llegada robé ropa en un gran almacén y me pillaron. Soy una sinvergüenza, Marcy. ¡Me va a matar!
–Pero bueno, ¿cómo se te ocurrió hacer algo así? Te pudieron expulsar.
–Prefiero que lo sepa por mí, por si acaso doña Lau se lo dice. Ella lo sabe, lo leyó en un certificado, y usted ¡es tan buena! Quiero que se fíe de mí, esto no va a pasar más.

–Eso espero, Arcadia, eso espero.

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