–¿Qué tal, Rafa? Te tengo muy abandonado,
la verdad, pero es que me ha ocurrido de todo, ya te contaré.
Marcy había llamado por teléfono al bedel
para quedar con él y cerrar ya el trabajo Fin de Máster, porque ya se estaba
agotando el tiempo para su presentación.
–¿Me ayudarías con el trabajo, Rafa, si
eres tan amable?
–Por descontado que sí, señorita, lo que
usted diga, de mil amores.
–Si te parece, quedamos mañana por la tarde
en la guardería, para que puedas revisar los libros de registro y coger todos
los datos que hagan falta. ¿A las cinco?
–Perfectamente, allí estaré, recuerdo la
dirección. Hasta mañana, señorita.
Tenía cierta aprensión ante el encuentro
con Rafa, sobre todo si le contaba lo que había ocurrido con su trabajo, cómo
la habían expulsado y cómo había vuelto y con qué clase de encargo.
Llegó al centro infantil y poco después
apareció Rafa. Charlaron un rato con Arcadia y después ésta volvió a sus
ocupaciones.
–Esta empleada me parece muy competente,
señorita, muy adecuada para el trabajo, ha acertado.
Pasaron al cuarto de administración donde
revisaron la contabilidad y copiaron los datos necesarios en la fotocopiadora.
–Todo esto tiene muy buena pinta, su
trabajo va a quedar redondo –Rafa quedó en suspenso unos segundos–.
Indudablemente, ha tenido suerte con su empleada.
Marcy no supo a ciencia cierta el motivo de
que una ráfaga de celos la atravesara por sorpresa, unos celos carentes de
fundamento, porque ella no amaba al joven.
Le sorprendió reconocer aquel absurdo
instinto de posesión.
–Rafa, ¿me acompañas a recoger a los niños?
Después podemos pasar por mi casa para meter estos datos en el ordenador.
–Lo que usted diga, señorita.
A la salida del cole anunció a los niños
que un compañero de su trabajo tenía que ayudarla en casa.
–Se llama Rafa –anunció Marcy señalando en
dirección al bedel.
Los niños nunca le habían visto porque las
pocas veces que había ido a la casa de Marcy los pequeños ya estaban dormidos
en su cuarto.
Manu lo miró con recelo, como si viniera a
competir con su padre, el cual se había vuelto a marchar a Brexals al día
siguiente del accidente.
–Eres más feo que papá –dijo Manu tan
campante.
Pablo miró a la madre y Marcy percibió la
aprobación en los ojos del niño.
–No es tan feo como tú dices, Manu –dijo
Pablo.
Los niños iban delante de ellos caminando
despacio, remoloneando, mientras porfiaban.
Llegaron al piso y tomaron algo de merienda
y, mientras los peques se pusieron con sus tareas, los mayores atacaron las
suyas hasta que quedó el trabajo Fin de Máster sólo pendiente de las últimas
conclusiones.
–Va a ser el mejor trabajo de todos,
señorita, indudablemente, porque sé lo que están haciendo sus compañeros y no
le llegan ni a la suela de los zapatos. Le darán el primer premio.
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