Descendieron delante de un edificio blanco
cuya única identificación rezaba: “Policlínico”. Entraron y la recepcionista
las dirigió a la sala de espera. Casi sólo había señoras en aquella sala,
ojeando revistas de moda, demasiado guapas y relajadas como para estar
enfermas.
–Pase doña Laura –indicó una enfermera,
vestida con una bata blanca minúscula.
Entraron en una de las consultas. El doctor
estaba sentado detrás de la mesa, su cara era perfecta, su cabello bien
cuidado, la piel bronceada de rayos uva. Lucía en la muñeca un reloj
dorado, demasiado ostentoso para el gusto de Marcy.
–Me agrada que haya traído a su amiga. Son
decisiones que es mejor meditar con detenimiento. ¿Qué es lo que ha pensado?
Marcy escuchaba intrigada.
–Escuche, doctor, empiece usted por donde
quiera. Necesito quitarme estos pellejos de los ojos, las arrugas de la frente,
las patas de gallo, rellenarme las mejillas y los labios, quitarme la papada…
El doctor estaba muy serio. Después Laura
se puso de pie y comenzó a intentar pellizcarse un trozo de piel de un lado de
la cadera y del otro, donde apenas tenía carne.
–…y quitarme esta grasa de aquí y esta de
aquí de la barriga…
Levantó la falda para enseñar las piernas y
se pinzó la parte interior de la rodilla.
–…y también esta de aquí, que me sobra.
Unos implantes de pecho, que se me quedó caído de los embarazos. Vaya, si le
parece mejor, empezamos por un lifting completo de cara y cuello. Me
pongo en sus manos.
Marcy la miró sin dar crédito a todo
aquello. El doctor parecía incomodarse por momentos.
–Señora, nunca he tenido ningún problema en
el quirófano. ¿Se da cuenta del tiempo que tendría que estar anestesiada para
hacer todo eso?
Tomó un bolígrafo dorado, reluciente, que
estaba sobre la mesa e hizo unas anotaciones.
–Pase al laboratorio con la enfermera que
van a hacerle una extracción.
El doctor cerró la puerta, cuando salió
para la analítica, y se dirigió a Marcy.
–Tiene usted que hablar con ella. Está
buscando en la cirugía resolver sus problemas personales y eso no va a resultar.
Tiene que hacerla entrar en razón.
Marcy accedió a intentarlo.
Cuando salieron de la clínica Laura estaba
eufórica. Pensaba hacerse un buen repaso para sorprender a Lucas, dijo a Marcy.
–Lau, poco a poco, mejor poco a poco. Lo
primero de todos vamos a una buena tienda de ropa y a la peluquería, venga.
Prepara un caldero de agua que vamos a quemar tu tarjeta de crédito.
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