Se había
tomado el día libre. Laura le había pedido que la acompañase a hacer un recado,
que no quiso desvelar, y Marcy quedó con ella en pasar a recogerla a su trabajo
a primera hora de la tarde. Después de un rato de brujulear por Mazello decidió
hacer una visita a Arcadia, a la guardería.
La joven
llevaba un tiempo haciéndose cargo por entero del centro. Había obtenido el
permiso de residencia y la convalidación definitiva de su título académico y ya
figuraba como titular del negocio. Hacía unos días que habían quedado ella y
Marcy en la municipalidad para llevar a cabo el traspaso.
Comprobó
con satisfacción que estaba allí de sobra. Arcadia había tomado una empleada y
tenían tanto trabajo que Marcy apenas pudo cruzar dos palabras con ellas.
Marchó a
comer un pincho de tortilla al Café de la Esquina y después se fue a pie hasta
el ayuntamiento a recoger a Laura.
La
funcionaria la esperaba, ansiosa, ya a la puerta del centro social.
Tenía
resuelto desde hacía tiempo no guardar rencor, ni a ella ni a los demás. Todos,
al final, se habían tenido que comer lo suyo.
“No seré
yo quien te juzgue, hermana”. Y fue aproximándose a ella.
La otra le
salió al encuentro.
–Vamos,
chula –le dijo la amiga.
–Qué será
lo que te traes entre manos, Lau.
Su hija ya
había vuelto al colegio con normalidad.
Se engancho
del brazo de Marcy, como una vieja, y la llevó por la acera casi en volandas, a
toda marcha.
Iba vestida
con su habitual y pésimo gusto, con una falda de vuelo marrón que la hacía
gorda, sin serlo, y una chaqueta que le quedaba desencajada de hombros,
demasiado grande para su talla, verde botella; las dos prendas no tenían nada
que ver entre sí. Llevaba el pelo cortado cuadrado, con canas, de cualquier
manera.
Marcy iba
con unos sencillos tejanos, ajustados con cinturón de piel, y una blusa de
rayas azules marineras metida por dentro, marcando su estilizada figura. Su
pelo brillante, recogido en una cola de caballo.
–Caray, qué
impaciente –dijo Marcy.
Tomaron un
taxi y salieron de Mazello, un kilómetro más o menos, en dirección a Greda.
–Pare aquí
–dijo Laura.
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