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lunes, 2 de abril de 2012

Marcy (36)


Nunca hubiera pensado, cuando era joven, que Manele, el hombre del que estaba enamorada, fuera a resultar un don Juan.
A pesar de que un verano, cuando todavía eran novios, le pidió que cumpliera la mayor ilusión de su vida, acostarse con dos mujeres a la vez.
Se lo pidió mientras estaban en un camping de playa, donde habían ido a pasar un fin de semana con compañeros de la facultad.
Lo empezó a decir medio en broma, cuando ya estaban bien bebidos y fumados. Le dijo que estaba de moda en la universidad, que ya vería lo bien que se lo pasaba, que en realidad a quien quería era a ella. Que quería tener esa experiencia.
Estaban metidos en su tienda de campaña.
–Cariño, es que hay cosas que mejor no probarlas.
Ella, al principio, ofrecía resistencia.
–Es un capricho de una vez, mujer, no seas monja.
–Pero es que a mí..., me da mucha vergüenza, no voy a saber qué hacer.
–Vamos, yo me acuesto en el medio de las dos. Tú déjate llevar.
Entre los compañeros que habían ido juntos al camping había dos chicas que compartían tienda. Resultó que él ya tenía apalabrado el asunto con una de ellas.
Él hizo una llamada de móvil y al momento se oyó la voz de una mujer.
–¿Se puede?
–Adelante –dijo él entusiasmado–. ¡Ahí está!
Marcy se quedó patidifusa cuando vio que entraba la chica y su compañera. Las dos.
Manele estaba más entusiasmado todavía, le lanzó a la primera una mirada fija, penetrante, y después ella miró igual a su amiga. Los tres sonrieron de oreja a oreja.
–Venid, vamos a fumar un peta.
La tienda era bastante grande. Tenía una zona de estar, amplia, y un dormitorio independiente.
Se quedaron los cuatro sentados en el suelo, en círculo, sobre una manta y fumaron un rato.
No tardaron en estallar las risas.
–¡Menuda hambre que me está entrando! –dijo Marcy.
–Eso es bueno. ¡Ale, Manele!, saca el embutido –dijo una de las dos.
Y rompieron a reír y reír.
Él cogió unos snacks y una botella de whisky y se volvió a sentar.
Marcy comió con un hambre voraz y echó un trago de la botella. Se tumbó hacia atrás sin saber qué hacer y cerró los ojos.
Cuando se fue a dar cuenta las manos de las chicas serpenteaban por sus piernas hacia arriba, su tacto era cálido, de puro terciopelo, olían a mar. Abrió los ojos y vio el rostro de las dos, sonrientes. Una de ellas la besó en la boca. La otra siguió acariciándola cada vez más hasta que experimentó un placer bestial y quedó rendida.
Después, casi entre sueños, vio como Manele se refregaba con cada una y le pareció la cosa más natural del mundo.
Cuando se despertaron al día siguiente, las chicas ya no estaban y, de no ser por lo que Manele le dijo, hubiera pensado que había tenido un sueño erótico.
–¿Qué tal? ¿Qué te pareció?
En aquel momento le pareció una cosa que mejor que no hubiera sucedido.
–¡Bah! No es para tanto –respondió.
Durante varios días tuvo una extraña sensación por haber sentido lo que había sentido con aquellas. Se volvió algo loca con aquel pensamiento.
“Eso, ni otra vez más”.
A pesar de que él volvió a insistirle durante un tiempo con lo mismo, ella se hizo la desentendida.
Pensó que él era un joven activo, experimentador, que ya se le pasarían aquellas aficiones con el paso del tiempo, que era una tontería de la edad y que ya sentaría la cabeza.

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