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martes, 7 de agosto de 2012

Marcy (54)


Cuando Marcy se reencontró con sus antiguas amigas en Mazello, recién casada e instalada en su nueva vivienda, le pareció un suspiro los años que habían pasado sin contacto con ellas, y en pocos días la amistad se restauró con la fuerza de antaño.
Habían perdido todo contacto desde la época del instituto pero, casualidades de la vida, se habían acabado instalando las tres, con sus respectivas parejas en la localidad.
Estando embarazada de Pablo, haciendo la compra en el centro comercial se encontró con Isabel; no tardó en identificarla, tan rubia,  tan atractiva que llamaba la atención.
Se quedaron paradas, una enfrente de la otra.
–Yo a ti te conozco, ¿Marcy?
–¿Isa? ¡Isa!, ¡pero si estás igual!
–Tú un poco más abultada, chica…
Marcy se colocó las manos sobre la tripa.
–De siete meses. ¡Cómo pasa el tiempo!
Se sentaron en una terraza del centro y pidieron unas bebidas.
–¿Sabes quién vive por aquí también? Laura. Está casada con Lucas.
Lucas era el único conocido común, que también había ido al instituto con ellas.
–¡Ah! Ya me pareció que había enganchado en aquella fiesta de fin de curso –dijo Marcy.
Las dos se rieron a la vez echando la cabeza hacia atrás, a mandíbula batiente. Hacía tiempo que Marcy no se sentía tan bien, tan relajada, tan despreocupada.
–¿Y tú Isa?, ¿qué fue de ti?
–Vivo en pecado con uno que no conoces, un ejecutivo de una multinacional, Duxa Limited. Entré como su secretaría personal y..., ¡subí de rango!
La misma Isa de siempre, ya apuntaba esas maneras en el instituto.
–¡Hay que ver cómo te lo montas, chica!
–Tú, me imagino que casada…
–Sí, y esperando el primero, como una bola.
Se rieron de nuevo, Marcy tenía la risa floja aquel día.
Tenía altibajos de humor durante el embarazo, si tenía un buen día reía sin parar, y si estaba triste o nerviosa lloraba por la más mínima tontería.
Notó un bienestar especial al encontrarse con Isabel, una escapatoria a las angustias de su nueva vida de casada, que se le estaba haciendo cuesta arriba.
De aquel encuentro casual nació una cita entre las tres que se volvió rutinaria, casi diaria, para comprar, para dar una vuelta, para ir de tiendas, unas veces de dos en dos, otras veces las tres juntas.
La costumbre terminó por establecer un encuentro fijo de las tres una vez a la semana, los jueves, para desayunar y echar tiempo juntas en el Café de la Esquina.

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