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martes, 28 de agosto de 2012

Marcy (57)



El embarazo de Pablo fue premeditado y calculado por Marcy para resolver un atolladero de su vida, sin el más mínimo miramiento por el futuro bebé, ni la consideración de si ella quería, de verdad, convertirse en madre.
Sin embargo el niño vino a cumplir no sólo aquellas, si no muchas más expectativas de las calculadas por su mamá.
Las cumplió todas, al menos durante un tiempo.
Marcy había oído comentar a mujeres que ser madres había sido lo más grande que les había sucedido en la vida.
Teniendo en cuenta el resultado del nacimiento de Pablo, su primer hijo, tenía que darles la razón.
Poco después de nacer, de manera natural, normal, el bebé dio muestras de una inteligencia precoz y una extraordinaria fijación por su madre.
Se quedaba embobado, mirándola, con unos ojos como platos, y Marcy le correspondía observando su carita redonda, sus morritos, su cuerpo tan perfecto. Cuando lo tenía en sus brazos, que era casi todo el tiempo que estaban despiertos, sentía una especie de amor universal, que parecía que iba a quedarse para siempre.
Además de tener consigo al niño más hermoso del mundo, que era a la vez el primer nieto para los cuatro abuelos, una tarde llegó Manele, de su puesto de trabajo, con el contrato de la fundación de una sociedad que acababa de crear con Román y con Lucas, se lo pasó a Marcy, triunfante, por delante de las narices.
–Es para montar entre los tres una agencia inmobiliaria que vamos a llamar Imomonde.
Esto va a ser la bomba. Vamos a vender lo que no está escrito. La Duxa nos lo permite, no hay conflicto de intereses.
Cogió al pequeñín de los brazos de la madre y se sentó con él en el sofá.
Estaba loco por su hijo.
–Tú vas a tener todo lo que te haga falta, Pablete.
Y alzó al bebé por el aire para que riera, mirándole como el que ve su joya más preciada.
Se lo devolvió a la madre. Marcy nunca había visto a Manele tan contento, más contento incluso que el día que nació el niño.
No dio mayores explicaciones a su esposa en aquel momento, pero ella entendió, por su estado de exaltación, que aquella sociedad podría llevarles, en un nuevo golpe de suerte, a la escalada social hasta una altura que ella nunca había ni soñado siquiera.
Casi sin sentir y sin haberlo calculado, llegó el segundo hijo, esta vez por sorpresa.


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