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lunes, 13 de mayo de 2013

Marcy (94)



Una tarde Nacho la invitó, junto a un reducido grupo de compañeros, a tomar unas copas en un local de moda recién abierto en Greda.
Marcy había ganado peso y lucía un aspecto mucho más saludable y el arreglo para aquella noche surtió un efecto fabuloso. Volvía a estar atractiva de verdad, incluso le pareció descubrir en la imagen que le devolvía el espejo, que las pequeñas marcas de la vida la estaban dotando de un estilo más profundo, más interesante. La figura, perfecta, sólo realzada por su pequeño vestido negro de verano, de profundo escote y con brazos y piernas al aire. Aun no estaba bronceada, de manera que se pasó por las zonas descubiertas una crema coloreada y maquilló sus labios en color rosa, del mismo tono que su capelina de gasa. Sus mechas habían tomado, con el tiempo, un tono casi rosado, y lucían perfectas realzando el cabello, que caía con soltura sobre los hombros.
Nacho pasó a recogerla y acudieron al local.
Ya había ido llegando la gente y algunos estaban en la pista, debajo de la bola giratoria compuesta de espejitos menudos, cuadrados, que reflejaban todos los colores que lanzaban los proyectores al ritmo de la música.
Tomaron una copa cada uno y la bebieron de prisa para unirse a los que bailaban. 
Hacía mucho tiempo que no se dejaba llevar por la música de aquella manera. El cuerpo, llevado por la copa y el ambiente, se distendía relajado entrando en un ritmo sinuoso y suave que le borraba cualquier otra impresión. Confrontada con Nacho, se correspondían sus movimientos y su mirada con naturalidad casi animal.
De un vistazo al nuevo grupo recién llegado, pudo distinguir a García, de la Duxa Limited.
–¿Qué hace éste aquí, Nacho?
–Es el marido de una compañera, un tío muy majo. Ya sabes, en Greda, los de este mundillo nos conocemos todos.
No tenía ella esa impresión de García, más bien al contrario. Le parecía el clásico personaje sin escrúpulos, dispuesto a venderse al mejor postor.
–Así que lo conoces bien, ¿no? –insistió ella, levantando la voz sobre la música.
–Durante un tiempo nos frecuentábamos mucho. Hace años que viven una tragedia con el padre de él. Se llevan gastado un dineral en médicos. Él es pasión lo que tiene por su padre.
Se detuvieron y comenzaron a saludar a los nuevos. Vio a García algo forzado al encontrársela allí, como incómodo. Venía con su esposa y pronto se unieron al baile y a las copas para terminar sentados, sudorosos, alrededor de una mesa algo retirada del bullicio de la pista.
Nacho le preguntó en seguida por el estado de su padre y Marcy observó el semblante de García, de habitual formal y reservado, languidecer en pocos segundos.
–Dejemos de hablar de ello, Nacho, está cada vez peor con esto, obsesionado, cambiemos de tercio –dijo su mujer.
El padre, según Nacho le explicó a Marcy en un aparte, padecía un tumor maligno y había tenido que ser operado en varias ocasiones, llevaba años de agonía, pero la familia no se resignaba. García se había gastado una millonada en su padre.
Nacho, con toda la intención de borrar aquel efecto penoso de su pregunta, dirigió la conversación por otros derroteros.
–¡Oye, oye!, ¡se me acaba de ocurrir! Me han regalado unos bonos de un balneario nuevo cerca de la costa, de agua de mar, el sitio es maravilloso. ¿Os hace un fin de semana en familia?, los niños van gratis.
Era un plan excelente, lo que necesitaban, era verano y el calor era sofocante dentro de las pequeñas viviendas.
Marcy tenía la necesidad de evadirse de su marasmo.
–¡No se hable más! el próximo fin de semana. Salimos el viernes al mediodía, yo reservaré.
Y nadie rechazó la propuesta de Nacho.

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