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martes, 7 de mayo de 2013

Marcy (93)



Llegaron los días de fuerte y creciente calor y su modesto piso, sin aire acondicionado, se hacía agobiante para ella y para los niños.
Pero tenía que permanecer en Mazello para continuar realizando las gestiones bancarias que Manele le había encomendado y también acudía, muy a su pesar, de refilón, al estudio del arquitecto, para entregarle el dinero como había acordado.
Rafa la seguía de cerca llamándola al móvil de continuo, con la terquedad de un sabueso.
Y ella le obedecía porque no le quedaba otro remedio, porque sabía que lo necesitaba.
Se sucedieron unas jornadas insulsas, bajas, tras la marcha de su marido.
Había intentado hacer un alarde de fuerza frente a Manele, de poder a poder, pero su debilidad estaba ahora haciendo estragos en su corazón. Se interrogaba por el origen de los fallos que les habían llevado a aquel pozo del que no parecían poder salir, cada vez más negro y profundo.
“Él también está sufriendo, seguro”. Y esta creencia de que él era solidario en el dolor que ella sentía la aliviaba. Por eso había llegado a retarla con lo de quitarle a los niños, una amenaza que era síntoma de lo mal que él se encontraba.
En el fondo era bueno, sólo que las circunstancias se habían torcido para ellos.
Puede que al final todo volviera a ser como antes, cuando eran felices.
No podía olvidarle tan fácil.
No se sentía con muchas ganas de nada.
Pero llamó a Nacho para pedirle hacer las prácticas del master en Lank Corporate y su amigo la recibió en su despacho sin tardanza y le dijo que estaba aceptada como becaria.
Incluso quiso ir más allá.
–Oye, quizá sirva para introducirte en los engranajes del negocio y más adelante entrar en plantilla.
–No corras tanto, Nacho.
No se sentía muy segura de nada.
–¿Eh? Hoy estás dando el primer paso de algo muy grande, incrédula.
Nacho la acabó contagiando de su optimismo.
Y la cogió del brazo y le enseñó el rascacielos de arriba abajo.
El edificio era una de las joyas de la arquitectura de Greda, un prisma inclinado que desafiaba a la gravedad, revestido de titanio, de la misma altura que el Zeol Center. Los dos colosos reinaban enfrentados y solidarios a la vez en el puro centro de la Milla de Oro de Greda.
Comenzó a ir a diario al Trass Building después de haber firmado un contrato en prácticas con Lank Corporate, al principio haciendo de tripas corazón, sin concentración alguna, sin fe. Dejaba por la mañana a los niños con los abuelos y ella pasaba gran parte del día en su nueva actividad. Pero se dio cuenta de que llevaba años y años ansiando en secreto algo así, y entendió al fin que si no lograba desempeñar la profesión para la que había estudiado tantos años iba a ser una desgraciada toda su vida.

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