Novela gratis online para leer por entregas.


martes, 21 de mayo de 2013

Marcy (95)



Se desplazaron el viernes en dos vehículos. Nacho, acompañado de Miguelito, pasó a recogerlos en su monovolúmen de última generación, repleto de cachivaches infantiles en el maletero. Los niños tomaron asiento atrás y Marcy al lado de Nacho.
En menos de una hora ya se encontraban en la recepción del Gran Hotel donde, tras pocos minutos de espera, llegaron los otros cuatro.
Se chequearon en el mostrador de recepción y al momento los niños se escabulleron hacia la ludoteca esquivando a los mayores. Mientras el conserje se ocupaba de sus maletas, se sentaron en el piano bar a refrescarse tomando unas cervezas.
El sol derretía por aquellos días y el hotel estaba abarrotado de clientes.
Convinieron subir a las habitaciones para ponerse el bañador y bajar a las piscinas.
Los niños no daban ninguna molestia, tanto de día como de noche el balneario contaba con cuidadores especializados que los tenían embelesados con su animación. Entretanto, los mayores descansaban en sus tumbonas, tomando zumos exóticos, al borde de la piscina de agua de mar, protegidos por una sombrilla rayada del ardiente sol.
Al día siguiente de llegar hicieron el circuito termal los cuatro juntos.
–Díselo tú, Nacho, que a mí no me hace caso –dijo la mujer de García.
–Que le diga el qué.
Estaban en la sala de reposo, cada uno en su diván, envueltos con mantas, después de haber recibido un masaje.
Los habían dispuesto en círculo para que pudieran verse. Una empleada les llevó unos zumos y se fue. No había nadie más.
Marcy tampoco sabía lo que quería decir la esposa de García, estaba relajada y su piel olía a hierbas aromáticas, sobretodo si despegaba un poco la manta de su cuerpo. Lo hizo varias veces para aspirar aquel olor narcótico.
No le apetecía mucho escuchar líos de familia.
–Dile que tiene que olvidarse un poco de su padre, Nacho.
Marcy echó una ojeada a Nacho y vio que ponía cara de circunstancias y se mantenía en silencio.
Aquí hay movida”.
–¿A qué viene sacar este tema ahora? –inquirió García a su esposa, disgustado.
Pero ella no se retrajo y siguió a lo suyo.
–Es que es verdad, Nacho, es que no puedo con él. No piensa en otra cosa más que en su padre y en ganar dinero, nos tiene abandonados a su mujer y a sus hijos.
García estaba furioso.
–Es que a ti no te duele mi padre, me duele a mí –dijo, como un basilisco, en voz alta.
La relajación que disfrutaba Marcy se había disipado.
–¿No veis como se pone? No se le puede decir nada –dijo la aludida.
–Yo lo comprendo –dijo Nacho–. Oye, es su padre, lo más grande que uno tiene en la vida. Yo lo sé bien porque me crié sin él.
Nacho se quedó algo pensativo.
–Te pasas la vida buscando ese algo que te falta, alguien que ocupe su lugar.
Marcy se sintió emocionada por aquellas palabras.
Como si hubiera dicho una verdad universal, incontestable. Se decidió a hablar.
–No lo sabía, Nacho, y ¿desde cuando te falta tu padre?
–Cuando yo era un bebé, nos abandonó a mi madre y a mí, no volvimos a saber de él.
El matrimonio desistió de su pelea y atendía a la conversación.
–Yo también lo entiendo. Tengo a mi padre enfermo del corazón, es muy jodido verle que se te muere y no puedes hacer nada –dijo Marcy.
–Eso sólo lo sabe el que lo pasa. Tú como tienes unos padres de bandera…–dijo García mirando a su mujer.
La esposa se mantuvo en su sitio y continuó replicando.
–Cariño, yo lo único que te digo es que tienes tu propia familia, la tuya, la que has creado tú, y que la cuides –dijo con seguridad a su esposo.
–En eso tiene razón, tiene mucha razón –dijo Marcy.
Entró la empleada arrastrando un carrito y les tendió un albornoz blanco, bien doblado, a cada uno y les dijo que la sesión había finalizado y que podían irse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario