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lunes, 23 de septiembre de 2013

Marcy (113)




Trasplante de corazón, casi nada. Un asunto de tal clase que jamás pensó que fuera a tocarle tan de cerca.
Hasta entonces, cuando había oído algo por la tele, se lo figuraba casi de ciencia ficción.
Tenía que consultar con el médico, al margen de su madre, y pedirle explicaciones.
Pidió una cita urgente y fue a hablar con él. Temía que el doctor fuera a despacharla con frases de complacencia y ella no supiera reaccionar.
El doctor la esperaba y la miró, serio, desde su plaza detrás de la mesa, por encima de las gafas. Le indicó sentarse en una de las dos sillas.
–Usted dirá –dijo mientras extraía la historia clínica correspondiente, de una carpeta.
Marcy se sentía tan nerviosa que se quedó sin voz.
–Tranquila, ya sé lo que quiere usted, información sobre el trasplante cardiaco, ¿no es así?
Ya se había dicho la terrible palabra. Asintió con la cabeza procurando dominarse.
–Sé que es duro para ustedes, lo sé. Además el caso de su padre es limítrofe. Tiene sesenta y cinco años, demasiado viejo para una cirugía tan agresiva, y demasiado joven para morir.
Ya había dicho la otra palabra. Casi lo prefería.
Había que echarse el miedo a la espalda. Si la guerra era a muerte, que fuera a muerte.
–Hábleme con franqueza, doctor, quiero saberlo todo.
–Él cumple todos los criterios; la edad, por los pelos, pero también la cumple. Si dan su permiso le ponemos en lista de espera. Puede hablar con su madre y me dan la contestación.
–¿Qué probabilidades tiene de salir vivo, doctor? Dígamelo.
–Cincuenta por ciento.
–¿Y si no se trasplanta?
–No sobrevivirá más de un año.
El médico le mostró un modelo anatómico, parecido a un juguete que tuvo cuando era niña, sólo que de mucho mayor tamaño, y le explicó la técnica de la operación. También le advirtió que, aún en caso de éxito, los tratamientos serían complejos.
–Por lo que usted dice no hay otra opción. Nosotros diremos que sí, cuente con ello.
–Piénsenlo. Los pros y los contras.
Aquel médico era tan equilibrado, tan ecuánime, que la exasperaba.
–A ver, doctor… ¿Qué haría usted en este caso si fuera usted el enfermo?
–Yo no puedo contestarle a esa pregunta.
Marcy se doblegó, no iba a sacar nada en claro.
El corazón de plástico estaba sobre la mesa y Marcy lo cogió y lo examinó, luego lo colocó en el hueco del modelo anatómico y se determinó a marchar.
–Gracias. Mañana le diremos algo.
–Sin prisa. Ustedes, sin prisa.
Al día siguiente, sin más demora, dieron al galeno la solicitud, por escrito y firmada, para que Arturo entrara en la lista para el trasplante.

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