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martes, 8 de julio de 2014

Marcy (154)


No podía soportar aquel secreto martilleándole el cerebro ni un minuto más.
Cuando llamó a Laura por teléfono la encontró eufórica. Una mano oculta había movido los hilos con tal eficacia en los juzgados que Lucas estaba libre de cargos.
–Esto ha sido como un milagro. Apareció dinero suficiente para saldar todas las deudas fiscales y se acabó el problema, chula. Así de simple. Estamos locos de contentos.
Marcy no pudo evitar pensar en León.
–Ya sé lo de tu padre Marcy, que está muy mal. Para encima de todo lo que hemos pasado, el remate. Las desgracias nunca vienen solas.
–Quería hablar contigo de un asunto, Lau, ¿podemos quedar?
–Estamos en casa, ven cuando quieras.
Llegó a la casa de Laura en dos minutos, caminando con celeridad ansiosa por las calles de Mazello. Se encontró en la vivienda con la familia al completo.
Lucas la abrazó, estaba que no cabía en sí de alegría.
–Qué día que llevamos, muchacha. No ganamos para sobresaltos. ¿Y tus niños?
–Están bien, gracias.
Marcy no podía compartir la comicidad de Lucas y le apartó con suavidad.
–¿Podemos hablar a solas Lau? –dijo con un hilo de voz.
Laura la dirigió a su habitación matrimonial y ambas se sentaron en la cama.
–Cuéntame que te pasa, mujer.
–Los padres de Román me están queriendo convencer de que declare que Manele empujó a su hijo. Quieren vengarse, ¿te das cuenta?, acusarle de homicidio.
–¿Tú qué piensas hacer?
–Estoy hecha un mar de dudas, Lau. Imagínate que me han ofrecido la curación para mi padre, nada menos.
–Marcy, eso es imposible, tu padre está en situación terminal –Laura la miraba, incrédula.
–Hay un tratamiento, y están dispuestos a ayudar si colaboro. Parece mentira, pero son gente muy poderosa.
–Román resbaló, eso lo vimos todos. Manele no tuvo nada que ver.
A Marcy le chocó lo puntillosa que se había vuelto su amiga.
–No todas las versiones coinciden, y el médico y el forense del hospital dictaron un informe que indica que se aplicó una fuerza para producir la caída. Que las lesiones que tuvo no son accidentales.

–No sé qué decirte, Marcy, no sé qué decirte.

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