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lunes, 9 de febrero de 2015

Marcy (185)



La compañía había contratado una potente investigación privada para averiguar las causas del incendio del Zeol, pero después de meses sin ningún resultado concluyente, habían renunciado.
Raúl había apoyado el desistimiento.
La compañía de seguros presionaba por un informe definitivo para soltar la pasta y no quedó más remedio que acceder para construir el Nuevo Zeol.
Entretanto la Duxa desplegaba su actividad en el Trass Building como si nada hubiera pasado y Marcy se afanaba en su despacho iniciando un nuevo proyecto para construir aljibes a cielo raso en el desierto.
Ya había acondicionado su despacho a su plena satisfacción y aquella mañana se sentía pletórica.
Los limpiadores aún no había completado su faena en el edificio y en ese momento estaban en el despacho del que fuera su compañero, Nacho.
Oyó un gran estruendo. Se acercó para averiguar lo que había ocurrido.
–Un desastre, señora –dijo una empleada–. Estábamos limpiando este fichero y al abrir los cajones se echó todo el peso para adelante y se nos vino al suelo.
El contenido de los cajones superiores había quedado desperdigado por el suelo, faltaban los cajones inferiores, como si hubieran sido arrancados de cuajo.
–Hay que recoger todos los papeles, yo les ayudaré –dijo Marcy.
Una de las gavetas estaba cerrada con llave.
–A ver…, llamen a mantenimiento, que venga un cerrajero.
Llevaron todos los papeles al despacho de Marcy. En un primer vistazo examinó hojas presentadoras de productos tecnológicos y financieros, catálogos de proveedores, carteras de clientes, hojas contables, lo habitual dentro del negocio financiero y de tecnología de Lank Corporate.
–Ya está abierto el cajón –dijo el cerrajero en la puerta de su despacho.
El operario la acompañó a donde estaba el fichero. Abrieron y extrajeron su contenido. El hombre observó que tenía un mecanismo de doble fondo.
–Espere, aquí hay algo más.
Accionó unas pestañas laterales y el cajón se abrió del todo.
Allí había unos planos enrollados que Marcy cogió.
–Muchas gracias, creo que ya hemos terminado.
Y se los llevó a su oficina cerrando la puerta tras de sí.
Retiró todo cuanto había sobre su mesa de trabajo y extendió los enormes planos que parecían de un gran edificio. No fue capaz de distinguir de cual se trataba. Lo único que le llamó la atención fueron unas marcas hechas con rotulador rojo señalando distintas partes de la edificación. Aquello era un galimatías de geometría lineal del que ella no entendía ni torta.


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