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lunes, 13 de abril de 2015

Marcy (194)


–Tú estuviste colaborando con los Totale. Primero nos espiaste para Lank Corporate y después los ayudaste en el sabotaje al Zeol, nuestra joya más preciada, no sé como pudiste, mamarracho.
–Sabes como funciona ese mundo, Raúl, tú lo sabes mejor que nadie, que estuviste metido a fondo.
Aquello Marcy no se lo esperaba. Le miró con semejante disgusto reflejado en el rostro que él giró la conversación hacia ella.
–Querida, iba a decírtelo. Un error de juventud, malas compañías, la ambición de cuando se es joven, inexperto. Ya te explicaré. Veníamos diciendo que todos tenemos un pasado…
Raúl pareció encajar el envite con naturalidad y se volvió al subdirector.
–No me distraigas, ahora el que está metido en problemas eres tú. Agradecido tenías que estar de que te esté avisando.
–¿Avisando de qué? –preguntó el interesado.
–Al final te rajaste y les diste una información errónea para el sabotaje al edificio, pero lo saben, me he enterado, ponte a buen recaudo.
El otro sí pareció alarmado al oír aquello.
Manele regresó con las aceitunas en ese momento.
–Por eso te advierto de que te conviene marcharte cuanto antes. Cuando os encontré a los dos en la plaza delantera del Zeol el día del incendio, y os jugasteis la vida por la compañía…–Raúl se interrumpió, emocionado.
–Lo he hablado con la Duxa y te ofrecen un puesto en la sede central, allí no darán contigo. ¡Vete! Es todo lo que te puedo decir.
Los visitantes no habían tomado ni un sorbo de vino.
Raúl ladeó la cabeza indicándole a Marcy la puerta.
–¿Nos vamos?
–Voy a llamar a los niños –dijo Manele.
Raúl fue hacia el coche y lo encendió. Lo estacionó ante la puerta principal y abrió el capó para que metieran el equipaje de los niños. Se volvió a sentar en el puesto de conducción y Marcy ocupó el otro asiento delantero contiguo con la vista perdida en los viñedos que tenía delante.
–Te lo explicaré, amor mío. Tengo toda la vida para explicártelo. Sé que lo entenderás –dijo él con seguridad.
Todavía tuvieron que esperar un rato hasta que llegaron los niños.
El subdirector se quedó dentro de la casa y no salió a despedirse. Marcy pensó que si a ella le hubieran dicho algo como lo que le habían dicho a él, cogería un vuelo hacia la isla más desierta del planeta y se pasaría allí varios años comiendo cocos y pescado sin dar señales de vida.

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