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lunes, 20 de abril de 2015

Marcy (195)


–Ni te imaginas que cuando nos vayamos al Nuevo Zeol, Lank Corporate va a ocupar de nuevo este edificio. Es jodido de asimilar.
Acababa de entrar en el despacho de ella, al final de la jornada laboral.
Raúl había conocido los planes de la competencia, la central de Lank Corporate tenía previsto reiterar su apuesta con una nueva división financiera que se asentaría en el Trass Building, en cuanto lo abandonase la Duxa.
Y volvería con el mismo director general.
Marcy se daba cuenta de que la guerra se pronosticaba larga. No guardaba buen recuerdo de aquel tipo.
–Ese se mantiene a costa de sus padrinos –dijo Raúl, refiriéndose al director de Lank–, pero lo pagará, antes o después.
Raúl le explicó a Marcy que estaba seguro de que el director de Lank era un cachorro de León.
–Hay que convivir con esas cucarachas –dijo él.
–No consentiremos que nos amedrenten, cariño –dijo Marcy, mirando por la ventana de su despacho al Nuevo Zeol en construcción.
Ella apagó la luz y el cuarto quedó iluminado por las luces amarillas procedentes del exterior.
Él soltó una carcajada.
–¿Alguna sorpresa para mí? –dijo divertido.
Ella encendió un proyector que tenía colocado sobre su mesa y tomó el mando a distancia.
–Una sorpresa para usted, señor director, espero que le guste.
Le condujo al sofá y accionó el mando.
“Cultivo de viñedo en clima desértico. Diseño experimental fase I”, era el título de la presentación.
–Qué tramará mi cabecita loca –dijo él, sonriendo.
–Y tan loca, estoy chiflada por cultivar al lado de los pozos. ¡Atiende!
Ella empezó a pasar las diapositivas.
“Preparación del suelo a base de arena hidrófuga, tierra de cultivo y piedra para plantar”.
“Selección de cepas que resistan los cambios bruscos de temperatura mediante ingeniería genética”.
Después de un rato detuvo el proyector y encendió la luz.
–¿No es maravilloso?
–Querida, ¿uvas en el desierto? –él levantó las cejas, escéptico–. No sé si aceptarán ese cultivo.
–También cuando la patata vino de América costó mucho introducirla aquí, la gente no la quería, decían que era fea, sucia. ¿Qué te parece? Y luego salvó del hambre a miles de personas.
Él escuchaba, atento. Ella se le plantó delante con los brazos en jarras, como una ejecutiva verdulera.
–Haremos este experimento en la finca de La Vitia. ¿No es maravilloso?
El se puso de pie y la tomó en sus brazos.
–Tú sí que eres maravillosa, la mujer más especial que nadie se pueda imaginar.
Se separaron un tanto y miraron los dos, en paralelo al nuevo edificio.
Ella se sentía convencida, segura de sí misma.
–Nadie va a impedirnos realizar nuestro sueño, nadie.

Eran una pareja, enlazada por la cintura, vislumbrando a través de un cristal el sueño de su vida. Sólo un sueño. Nada menos que un sueño.

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