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martes, 23 de junio de 2015

Marcy (204)


El sedán se desplazaba a alta velocidad en dirección a Greda mientras sus dos ocupantes trataban de asimilar, como podían, lo sucedido.
–Se lo dije, Marcy. Estabas delante cuando se lo dije, le advertí que se quitara del medio, que iban a por él.
Raúl meneaba la cabeza de un lado a otro, en un gesto de incredulidad y censura hacia su antiguo colaborador.
–Tú cumpliste con tu obligación, puedes tener la conciencia bien tranquila, querido.
–Esto me confirma que trabajaba para los Totale. Esa clase de grupos funcionan así, no perdonan una traición.
Al poco de haber cerrado Manele el depósito que contenía el cadáver del ex subdirector de la Duxa Limited, mientras estaban deliberando qué hacer, sonó el teléfono móvil de Marcy y, de la manera más inesperada, Arcadia les invitó a su boda, que se celebraría al día siguiente, a las diez de la mañana, en el Ayuntamiento de Mazello.
Se casaba con Rafa y la joven estaba tan exultante de alegría que Marcy apenas podía entender sus atropelladas explicaciones.
–Es que…, que Rafa me tenía el cerco puesto hace tiempo, y ya no se resiste más. Usted ya entiende, yo soy muy creyente, me conoce, Marcy. Entonces él va y me propone casarnos y a mí casi me da un soponcio…
–Pero bueno, así, tan precipitado –dijo Marcy, intentando concentrarse.
–Es que mañana quedó una hora libre, una pareja que se echó para atrás, y nos lanzamos. Si no habría que esperar mucho. Los hombres, que no tienen espera, Marcy.
Arcadia se reía sin parar, nerviosa, al otro lado.
–Contamos con usted.
–Pues claro, hasta mañana.
Apagó el teléfono sin saber con certeza como actuar e informó a Raúl del compromiso que tenía para el día siguiente en Greda.
–Tendremos que regresar hoy –dijo Marcy, alzando los hombros.
Nadie se atrevió a meter baza, hasta que el enólogo comenzó a hablar.
–Salimos de aquí y cerramos la puerta, eso mismo. Ya se nos ocurrirá algo, mañana o cuando sea.
Se dirigió a la puerta y todos le siguieron con docilidad. Abrieron, salieron y volvieron a cerrar tras de sí. El enólogo insertó la llave, que se resistió a girar en la cerradura.
–Déjame a mí, yo le conozco el truco –dijo Manele.
Tiró con fuerza de la puerta hacia su cuerpo y a la vez giró la llave, la cual volteó con facilidad, dos veces.
Se fueron hacia la entrada principal de la vivienda.
–Ya hablamos –dijo Marcy, de brazos caídos.
Raúl se limitó a saludar levantando el mentón en dirección a los que se quedaban y abrió la portezuela del asiento del acompañante.
Marcy entró y después él ocupó su asiento al volante, arrancó el coche y aceleró despacio. Ya se había hecho de noche.


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