Novela gratis online para leer por entregas.


lunes, 29 de junio de 2015

Marcy (205)




La boda fue un acto sencillo y rápido. Marcy llegó al consistorio acompañada de Raúl, cuando los contrayentes ya se encontraban esperando por el alcalde, en primera fila de la sala de bodas, que estaba casi vacía.  Los novios iban vestidos como si no fueran a casarse, salvo por el detalle de una flor grande de tela que Arcadia llevaba prendida en la solapa de su traje de falda corta.
Marcy les saludó y después Raúl.
–Señorita, era inclusive la manera de que ella pueda tener su residencia definitiva –dijo Rafa, como disculpándose.
–Podré traer mi niña conmigo –dijo la novia, sonriente.
El alcalde hizo su entrada y Marcy se dio la vuelta para buscar sitio.
Un pequeño grupo de gente estaba detrás charlando. Marcy pudo distinguir, de una ojeada, a la madre de Rafa, conocidos de la facultad y de la guardería.
Y en la última fila ocupada estaban, solas, Laura e Isabel. No esperaba encontrárselas. Marcy se situó al lado de sus antiguas amigas, escoltada por Raúl.
Se saludaron con brevedad porque ya empezaba la ceremonia. Marcy observó que cuchicheaban acerca de Raúl, el que fuera jefe de sus maridos cuando estos pertenecían a la Duxa Limited. Laura estaba a su costado y parecía dispuesta a no callarse mientras la autoridad hacía prometer a los novios.
–Caray, que pronto lo cazó la inmigrante, y tú no me hacías caso –susurró en el oído a Marcy.
Comprobó que el cirujano ya había empezado su trabajo en la cara de Laura, que ya lucía sin arrugas, sin bolsas en los párpados y con los labios más abultados de lo normal.
Se daba un aire a alguna famosa de la televisión.
–Te veo muy guapa, Lau. Las niñas, bien, ¿no?
–Bien, bien. Qué opinas de Isa, ¿no la ves más… desarrollada?
Mantenían su conversación, imperceptible, mirando al frente. Marcy adelantó la cabeza para ver a la otra y observó que, en efecto, su silueta lucía más voluminosa que antes.
Esto es una verdadera epidemia”.
Cuando terminó el acto salieron primero las tres, con Raúl, a la puerta de la sede municipal, y después el resto de los invitados. Laura repartió unos puñados de arroz, que lanzaron al nuevo matrimonio, una nevada de granitos blancos que quedaron enganchados, rebeldes, entre los rizos de la cabellera de Arcadia, tan relucientes como su sonrisa y la de su marido, brillando con el sello de la felicidad.
El sol de invierno alumbraba en la mañana con una claridad cegadora.
–Pero bueno, Isa, ¿qué tal? ¿Román? –preguntó Marcy.
–Cada vez mejor. Deseando ser yo la siguiente, que conste –contestó Isabel, echando el busto hacia delante.

Marcy pensó que, al menos por aquella vez, era sincera. La rubia fue hacia la novia y le arrebató el ramo de rosas blancas de la manera más descarada del mundo. Lo sujetó con ambas manos y se lo puso sobre su pecho recién estrenado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario