Los niños marcharon, como era costumbre, a
un campamento organizado por el colegio en aquella época del año y Marcy, libre
de cualquier traba por unos días, se determinó a aprovecharlos.
Llamó a Rafa para recuperar los apuntes de
los días perdidos en el máster y quedaron en la Biblioteca de Greda, porque la
facultad estaba cerrada. Su amigo le trajo todo el material fotocopiado y
organizado a la perfección y ella lo guardó en su cartapacio. No le pasó por
alto que él lucía un aspecto más cuidado de lo normal y que se había puesto un
perfume que olía a bosque recién llovido.
No había otros compromisos de por medio, de
manera que fueron a tomar una comida rápida y acudieron después a un café
cercano, que presentaba cada tarde conciertos líricos.
Se acomodaron, algo fríos al principio por
la novedad del encuentro, pero reanudaron pronto la conversación que habían
interrumpido durante la cena.
–Señorita, yo no sabía…, yo no sabía eso,
que…, que usted estaba separada –dijo él, todo azorado.
–Sí, Rafa; y no te creas, a mí también me
cuesta acostumbrarme a la soledad.
Ella se tendió hacia atrás en el magnífico
sofá de terciopelo verde tornasolado. Miró a Rafa de otra manera, con una breve
fijeza, directa a lo ojos y la sensación de dominio la embriagó.
–Pero venga, no hablemos de cosas tristes.
Estamos aquí y ahora, en compañía, ¡vivamos el momento! –dijo ella,
convincente.
Rafa pareció confuso, inseguro.
Solicitaron al camarero unas copas de licor
en hielo picado y, poco después, otras más de lo mismo. El local se fue
ambientando y creciendo en clientela, cuando la cantante comenzó a desgranar
sus gorgoritos, acompañada del piano.
La atmósfera se volvió mágica, libre de
todo pesar, fluida, cálida, abierta.
Ella deslizó su mano sobre los hombros de
él, se le acercó y depositó un beso en la parte trasera de su perfecto cuello.
Notó la ansiedad contenida de Rafa, que permaneció inmóvil mientras permitía
que los labios de ella actuaran cada vez más audaces.
Comprobó que le encantaba sacarle de sus
casillas, descolocarlo, provocarlo.
Una pieza tras otra de la cantante y subía
la tensión de la pareja que, sin palabras, progresaba en su intimidad. Rafa, ya
partícipe activo, prodigaba abrasadoras caricias a su amiga mientras ella se
recreaba en su seducción. Estaba a sus pies y podría hacer con él lo que
quisiera.
Terminado el pase del concierto, se
levantaron y avanzaron hacia la puerta del local y, tras un momento de
indecisión, ella le propuso dar una vuelta por el Parque Central. Ya había
anochecido y se dirigieron como autómatas hacia lo más retirado y oscuro para
desatar su pasión recién nacida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario