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martes, 29 de enero de 2013

Marcy (79)




Durante unos segundos Manele quedó desconcertado por completo, al igual que Isabel. Se cruzaron los cuatro unos confusos saludos.
Marcy tomó las riendas con autoridad.
–¡Qué alegría verte, cariño! Quería darte la sorpresa. Pues que me tocó hacer un trabajo en la Universidad Internacional este fin de semana, y ya ves... ¡aquí estoy!
Manele retrocedió, parecía no saber qué decir para justificarse, mientras Marcy lo observaba dominadora, encantada.
–Fíjate, Marcy, ¡qué casualidad que acabo de encontrarme con Isabel! –explicó él de sopetón.
Mientras el matrimonio hablaba, quedaron los otros dos en segundo plano.
Mira lo astuto que es”. Su marido trataba de salir airoso a toda costa.
–Y los niños, cariño, ¿cómo están?
El afecto fingido de él encendió la rabia de Marcy.
–Estupendo, se han quedado con los abuelos tan contentos. No quería decirte que me estoy sacando un máster en la Universidad de Greda, para que fuera una sorpresa, y me ha tocado hacer justo aquí uno de los trabajos. No te lo vas a creer, verás qué casualidad… ¡mira quien está aquí!
Ella se dirigió al bedel, le sujetó la nuca con firmeza y le propinó un beso en los labios, después se emparejó con Rafa y se dirigió a su marido sonriente.
–¿Le recuerdas? –ante la expresión dudosa de Manele ella prosiguió–. Es Rafa, el chaval de la facultad, me está ayudando mucho en el máster.
–¡Ala, Rafa!, sorry. Es que estás muy cambiado –respondió Manele alargándole la mano de manera mecánica–. Fíjate que si te veo por la calle no te conozco.
Marcy miró de reojo y observó que Isabel, hasta entonces callada, lucía una incipiente barriguita.
–¡Pero qué casualidad, Isa! –dijo, dirigiéndose a ella.
Isabel, haciendo alarde de su fuerte personalidad explicó que había acudido a Brexals a realizar unas compras para su nueva mansión del sur.
–Ya sabes, chica, los arquitectos y su pasión por construir, luego tengo que ir yo detrás con la decoración. Estoy comprando unos muebles magníficos que sólo se fabrican aquí.
Marcy se quedó estupefacta de la habilidad de la otra para urdir mentiras sobre la marcha.
Manele parecía tenso, sin saber por donde tirar, de pronto resolvió que quedarían los cuatro para cenar y celebrar así el encuentro.
De la manera más cínica, se despidieron Isabel y Manele. Ella dijo que se iba para su hotel tomando un taxi, como si hubieran acabado de coincidir. Él no quiso invitar a los recién llegados a su apartamento y les propuso un paseo por la Ciudad Antigua de Brexals para tomar unas copas antes de la cena.


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