Extrajo las fotocopias de los
documentos hallados en el fax de Nacho y se los dio al director.
–Están enviados por el
subdirector de esta compañía a Lank Corporate, su competencia.
El directivo quedó abstraído unos
minutos examinando los papeles con todo detalle.
–No sabe el bien que me está
causando, Marcy, creía que nunca obtendría las pruebas y… ¡aquí están!
Quedó pensativo unos instantes,
apoyando su mentón sobre su mano derecha mientras con la otra sostenía los
folios, en lo que a Marcy le pareció un gesto de absoluta seducción. Comenzó a
hablar como pensando en voz alta.
–Si conociera los siguientes
movimientos podría hacerles mucho daño a esos granujas. Antes del cierre del
próximo fiscal hay prevista una operación importante; sería un buen golpe prepararla
y cuando estos tipos se crean que la vamos a llevar a cabo, hacer justo lo
contrario. Eso les hundiría en la miseria, que lo tienen bien merecido.
Él se interrumpía a cada poco
según el curso que tomaban sus ideas, hasta que le dirigió una mirada frontal,
firme, aunque delicada.
–Depende de usted.
–¿De mí? –preguntó ella.
–Si usted vuelve a Lank
Corporate, está el tiempo necesario hasta que llegue esa información y, cuando
aparezca, me avisa, sería usted mi rescatadora, Marcy. Nadie puede hacer esto
más que usted.
–¿Me pide que vuelva con esos
buitres? No puedo. Eso es tanto como decir que cometa la misma tropelía que
ellos están haciendo. Yo no soy así.
–Seguro que no, Marcy, eso nadie
lo dice. Pero si las cosas siguen así y el próximo fiscal no repunta daremos en
quiebra. Estoy viendo que usted es la tabla de salvación, y no sólo la mía…
La miró con franqueza antes de
continuar.
–Aquí hay decenas de empleados
que dependen de que todo esto funcione. Incluso puede estar aquí su futuro
puesto de trabajo.
Ella reconsideró la propuesta al
oír aquellos sólidos argumentos, pero no se veía con fuerzas para volver con
una disculpa en los labios y fingir todo el tiempo necesario en aquel nido de
víboras, no sería capaz.
–Si se decide, Marcy, tiene que
hacerlo ya, porque si la echaron ayer y hoy vuelve pidiendo perdón, la
admitirán, seguro. No hay tiempo que perder. El futuro de esta compañía depende
de ti.
La voz aterciopelada de él resonó
en su cerebro, dándole la certeza de que aquella era la única acción válida,
debía asumir el reto.
–Déme unas horas para pensarlo
–contestó ella, y le dio la mano, él la retuvo entre las suyas unos segundos.
–Yo confío en ti –dijo él, sin
más.
Ella retiró su mano, se dirigió
hacia la salida del despacho y se despidió de la secretaria, que se puso en pie
para corresponderla.
Llevaba el atuendo adecuado, su
pequeño traje que en las últimas semanas era como su uniforme de guerra, y le
pareció que le esperaba allá afuera una nueva y difícil batalla, cuyo resultado
iba a decidir el destino de mucha gente.
Sin pensárselo dos veces salió
escopetada en dirección al Trass Center.
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