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lunes, 17 de marzo de 2014

Marcy (138)


Extrajo las fotocopias de los documentos hallados en el fax de Nacho y se los dio al director.
–Están enviados por el subdirector de esta compañía a Lank Corporate, su competencia.
El directivo quedó abstraído unos minutos examinando los papeles con todo detalle.
–No sabe el bien que me está causando, Marcy, creía que nunca obtendría las pruebas y… ¡aquí están!
Quedó pensativo unos instantes, apoyando su mentón sobre su mano derecha mientras con la otra sostenía los folios, en lo que a Marcy le pareció un gesto de absoluta seducción. Comenzó a hablar como pensando en voz alta.
–Si conociera los siguientes movimientos podría hacerles mucho daño a esos granujas. Antes del cierre del próximo fiscal hay prevista una operación importante; sería un buen golpe prepararla y cuando estos tipos se crean que la vamos a llevar a cabo, hacer justo lo contrario. Eso les hundiría en la miseria, que lo tienen bien merecido.
Él se interrumpía a cada poco según el curso que tomaban sus ideas, hasta que le dirigió una mirada frontal, firme, aunque delicada.
–Depende de usted.
–¿De mí? –preguntó ella.
–Si usted vuelve a Lank Corporate, está el tiempo necesario hasta que llegue esa información y, cuando aparezca, me avisa, sería usted mi rescatadora, Marcy. Nadie puede hacer esto más que usted.
–¿Me pide que vuelva con esos buitres? No puedo. Eso es tanto como decir que cometa la misma tropelía que ellos están haciendo. Yo no soy así.
–Seguro que no, Marcy, eso nadie lo dice. Pero si las cosas siguen así y el próximo fiscal no repunta daremos en quiebra. Estoy viendo que usted es la tabla de salvación, y no sólo la mía…
La miró con franqueza antes de continuar.
–Aquí hay decenas de empleados que dependen de que todo esto funcione. Incluso puede estar aquí su futuro puesto de trabajo.
Ella reconsideró la propuesta al oír aquellos sólidos argumentos, pero no se veía con fuerzas para volver con una disculpa en los labios y fingir todo el tiempo necesario en aquel nido de víboras, no sería capaz.
–Si se decide, Marcy, tiene que hacerlo ya, porque si la echaron ayer y hoy vuelve pidiendo perdón, la admitirán, seguro. No hay tiempo que perder. El futuro de esta compañía depende de ti.
La voz aterciopelada de él resonó en su cerebro, dándole la certeza de que aquella era la única acción válida, debía asumir el reto.
–Déme unas horas para pensarlo –contestó ella, y le dio la mano, él la retuvo entre las suyas unos segundos.
–Yo confío en ti –dijo él, sin más.
Ella retiró su mano, se dirigió hacia la salida del despacho y se despidió de la secretaria, que se puso en pie para corresponderla.
Llevaba el atuendo adecuado, su pequeño traje que en las últimas semanas era como su uniforme de guerra, y le pareció que le esperaba allá afuera una nueva y difícil batalla, cuyo resultado iba a decidir el destino de mucha gente.

Sin pensárselo dos veces salió escopetada en dirección al Trass Center.

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