Sabía que en cuanto Román mejorara iba a
tener que responder ante el juez. Pero también sabía que los padres de él iban
a allanar todos los caminos para que saliera indemne.
A diferencia de su pobre padre, el
arquitecto salió de alta del hospital y fue trasladado a su domicilio. Laura avisó a Marcy y le dijo que Román
estaba en plena posesión de sus facultades mentales, salvo por una laguna de
memoria que abarcaba desde que se levantó de la mesa, en el restaurante de
Pancho, hasta que salió del coma. Sólo que hablaba con mucha dificultad y
necesitaba ayuda para cualquier movimiento. Los médicos habían dicho que la
recuperación iba a ser larga.
Marcy lo visitó ya el primer día que
regresó a su casa. Apenas pudo comunicarse con él.
–Intenta decirte que está muy apenado por
todo lo que pasó –dijo Isabel, mientras Román farfullaba palabras
ininteligibles para Marcy.
No era para ponerse a reñir con aquel
hombre.
Isabel lo rodeaba de cuidados y atenciones
de todo tipo, sentado en su sillón favorito y rodeado de almohadones para
mantenerle erguido. Marcy observó que tenía la boca torcida y que no movió ni
un músculo en todo el rato que ella estuvo en la casa.
Pero de los padres de él allí no había ni
rastro.
Seguro que culpaban también a Isabel, en
cierto modo, de aquella desgracia.
–¿Qué tal lo llevan tus suegros? –preguntó
Marcy.
–Les está costando, sobre todo a su padre.
Quiso limitarse a una visita de cortesía,
sin indagar demasiado.
Isabel ya no parecía tan afectada, estaba
tan arreglada y bella como siempre.
–Veo que tú ya estás mucho mejor –dijo
Marcy, en tono muy medido.
–Hay que afrontar esta mierda, chica. Por
falta de medios no va a quedar…
A Marcy le pareció brutal el tono
despectivo que percibió en Isabel.
Pensó que Isabel estaba resentida, desde
siempre, con Román, por no haberse casado con ella y que, a lo mejor,
aprovecharía la circunstancia de debilidad de él para hacer presión, para
lograr sus fines. Seguro que algo tramaba.
“Eres la misma hija de puta de siempre,
púdrete con tu dinero. Que te entierren con él como a los faraones”.
Se marchó de aquella casa con el estómago
revuelto.
No tardó en correrse la noticia de que
Román había salido libre de las acusaciones de delitos económicos que pesaban
sobre él y todo quedó justificado como errores contables sin ningún propósito
de contravenir las leyes.
Cosa muy fácil para León, su poderoso
padre.
Y tampoco tardó en saberse que existían
planes de boda entre la rubia y el arquitecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario