La
sorpresa de Marcy fue mayúscula cuando recibió la llamada de García citándola
en su oficina de la Duxa Limited para
arreglar, según le dijo, algunos flecos pendientes.
A
aquellas alturas cualquier noticia que procediera del contable le ponía los
pelos de punta.
Su
despacho estaba ordenado y limpio. Olía a un ambientador de limón. Él la
recibió y, con la eficiencia de los profesionales de los números, le presentó
unos documentos para firmar.
–Es
sólo un momento, firma aquí y aquí. Es la liquidación de una sociedad que
tenías con Román y la venta de unas propiedades ligadas a la sociedad. Esto es
para recuperar el dinero y restituirlo.
Después
sacó otros papeles más para firmar.
–Estos
son para vender bienes que figuran vinculados a la guardería que tienes. Hay de
deshacerse de ellos, pueden comprometerte. Tenemos que limpiarlo todo a fondo.
No
entendía cómo podía haber sucedido aquello.
–¿Bienes
vinculados a la guardería?
–En
efecto. ¿Tú nunca diste a nadie documentos de la guardería?
Ella
negó con la cabeza.
–Entonces
es que te los robaron.
A
veces sospechó que Laura se metía en la oficina de la guardería a revolver.
–Puede
ser. El caso es que se arregle cuanto antes.
El
contable la tranquilizó al respecto. Aquellos eran los últimos cabos sueltos
del tema económico.
Román
ya tenía arreglado todo lo suyo.
–De
Manele, ¿sabes algo?
–Sí,
ahora está en la finca de sus padres. Se ha hecho cargo del negocio de vinos.
García
le explicó que la oficina internacional de la Duxa había sido extinguida a raíz
del escándalo. Que Sonia había regresado a su país.
Del
subdirector de la Duxa no se sabía nada.
Iba
a despedirse cuando recordó que García sufría, como ella, por la enfermedad de
su padre, y le preguntó por él.
–Muy
mal, Marcy, está muy mal. Tantas operaciones, tantos tratamientos…, para nada.
Lleva tiempo metido en la cama, sin ver ni oír, con la cabeza perdida. No
merece la pena.
García
ya había aceptado lo irremediable.
–Y
el tuyo, ¿cómo está?
–Por
un estilo. Esperando cualquier día lo peor. Ya estamos agotados.
Después
de dejar a García quiso ver a Raúl, para descargar en él su zozobra, recibir su
apoyo, pero no se encontraba en el edificio. De remate, su secretaria le dijo
que habían llamado del departamento jurídico preguntando por ella. Marcy se
acercó por el despacho del letrado y éste le presentó una citación para que
acudiera a declarar al juzgado por el asunto de las lesiones de Román.
Su
cabeza estaba a punto de estallar.
Tenía
que tomar una decisión.
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