Se sentía bien en su nuevo apartamento, en
uno de los mejores edificios de la Milla de Oro de Greda, un inmueble moderno,
que contenía todos los servicios que ella y sus hijos podían necesitar y que
estaba cerca del Zeol Center. Y es que tenía medios para permitírselo.
Raúl no había reparado en gastos y le había
otorgado un contrato de alto nivel para llevar adelante los proyectos para el
desarrollo que ya tenía aprobados y pendientes de ejecución. Una nueva apuesta,
decidida, de la Duxa Limited.
La angustia de su detención y la muerte de
su padre habían sido los revulsivos que había necesitado para dar aquel giro a
su existencia y abandonar el hogar conyugal. Y los pequeños se habían adaptado,
de hecho, ya estaban acostumbrados a las prologadas ausencias del padre. No
habían pedido muchas explicaciones y disfrutaban de lo lindo de su nuevo estilo
de vida. “Qué más se puede pedir”.
Cuando el azar comenzaba a presentar su
mejor cara, recibió la noticia del primer premio en el máster, con un contrato
de un año, como profesora ayudante en la facultad.
Fue el propio Rafa quien se lo comunicó.
Apareció en la puerta de su apartamento a primera hora de la mañana, llevando
un ramo de flores en una mano, una bandeja de pasteles en la otra y el
periódico debajo del brazo.
Se acomodaron en la cocina a desayunar, los
niños aun no se habían levantado.
–Usted se lo merece todo, señorita –ese día
se lo repitió mil veces.
–Venga, ya, Rafa, el máster te lo debo a
ti, deberías ser tú el profesor en la facultad…
–¡Ni de broma, señorita!, ya se lo dije,
que lo mío es ser bedel, inevitablemente; metido de vez en cuando a detective
–él rió de buena gana.
Después de haber ocupado las primeras
planas de los periódicos, el escándalo financiero pasó pronto al olvido y ni
Lucas ni Sonia tuvieron mayores consecuencias. El principal implicado, Román,
contra el que apuntaban las mayores acusaciones, ya estaba libre de cargos.
El bedel pensaba que el arquitecto y los
suyos habían movido los resortes del poder de los Totale para zafarse una vez
más.
–Rafa, por cierto, decías que ibas a pedir
un traslado al sur por la salud de tu madre, ¿no?
–Resulta que…, señorita…, no se sabe. Mi
madre, está cada vez mejor. Pudiera ser que no hiciera falta.
Notó el brillo de la felicidad en los ojos
de su amigo y se alegró por él.
Ya habían dado cuenta de los pasteles y del
café y él comenzó a ojear el periódico. Ella se levantó para recoger las tazas,
colocó sus manos en los hombros de él y acercó sus labios a una oreja del joven.
–No estaría bien que mi ángel de la guarda
se me fuera lejos, yo podría correr peligro –dijo ella, y Rafa le correspondió
con una sonrisa espléndida.
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