Rafa le explicó que aquello, aún cuando
fuera verdad, era materialmente imposible, que un familiar suyo estaba
trasplantado de riñón y después del trasplante necesitaban tantos cuidados
médicos y tratamientos como antes.
–Aunque fuera verdad, se acabaría
descubriendo. Inevitablemente. Parece que no ha tenido bastante, con todo lo
que le ha ocurrido… –dijo, irritado, meneando la cabeza.
A Marcy le pareció que tenía toda la razón.
No le molestaba en absoluto la regañina de su amigo, todo lo contrario.
–Y encima, para intentar esa locura, tener
que pasar por testificar en falso. Le están intentando comer el coco, señorita,
hacerle ir contra lo más sagrado. Apártese de esos delincuentes. Usted no se
merece que la traten así. Usted tiene el alma más noble que yo he visto en mi
vida.
El bocadillo del bedel quedó sin empezar en
el plato y Rafa lo devolvió en la barra.
–A mí también se me ha quitado el apetito.
Ella terminó el botellín de agua y se
levantó de la mesa como si le hubieran quitado mil kilos de peso de encima.
–Rafa, ¿sabes que eres para mí como el
hermano que siempre quise tener? Eso y más. Estoy muy contenta de lo tuyo con
Arcadia. Os quiero a los dos.
El semblante de preocupación de su amigo se
transformó.
–No puedes disimularlo, ¿ah?
Lo dejó en su puesto de trabajo y salió
lanzada hacia el Zeol Center. Subió al gabinete del abogado y le dijo que, sin
más tardanza, enviara al juzgado un escrito en su nombre renunciando a hacer
cualquier tipo de declaración sobre el caso de Román.
Pasó después por el despacho de Raúl. El
directivo acababa de llegar de un viaje de negocios, de varios días, a la sede
central de la Duxa Limited.
Marcy había preferido no decirle nada hasta
que estuviera de vuelta.
En cuanto lo vio, no fue capaz de reprimir
las lágrimas. Había acumulado tanta tensión aquellos días que le faltaba el
aire para explicarse y las palabras le salían a borbotones casi ininteligibles.
Raúl avisó a la secretaria para que no los
interrumpieran, bajo ningún concepto.
–Antes o después tenía que pasar –dijo él,
lacónico.
Marcy lo miró con los ojos enrojecidos.
–Después de lo que hemos hecho, era de
esperar algo así. Ya sabía que esa caterva de malditos intentaría hacernos
daño, pero lo que más lamento es que te haya salpicado a ti.
Ella no era capaz de entenderle.
–Desde que Román se fue de la Duxa, me la
tienen guardada. Su padre, ese señor tan agradable que has conocido, que se
llama León, nunca me perdonó que echara de aquí a su hijo, se ve que tenía
aspiraciones de que el niño llegara a la cumbre de esta empresa Pero, ¿qué
quieren? Ésta no es una compañía de forajidos.
La miró, directo, a los ojos.
–Ser directivo es lo que tiene, tienes que
cortar cabezas y luego eso tiene consecuencias. Siempre he pensado que León es
quién nos ha metido el cáncer en la Unidad Internacional, ha corrompido a
nuestros ejecutivos, nos ha hecho mucho daño.
Marcy le explicó que lo había comentado
todo con Rafa y que había seguido su consejo.
–Ese amigo tuyo es una joya, Marcy, qué
talento más desaprovechado.
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