El
sedán se desplazaba a alta velocidad en dirección a Greda mientras sus dos
ocupantes trataban de asimilar, como podían, lo sucedido.
–Se
lo dije, Marcy. Estabas delante cuando se lo dije, le advertí que se quitara
del medio, que iban a por él.
Raúl
meneaba la cabeza de un lado a otro, en un gesto de incredulidad y censura
hacia su antiguo colaborador.
–Tú
cumpliste con tu obligación, puedes tener la conciencia bien tranquila,
querido.
–Esto
me confirma que trabajaba para los Totale. Esa clase de grupos funcionan así,
no perdonan una traición.
Al
poco de haber cerrado Manele el depósito que contenía el cadáver del ex
subdirector de la Duxa Limited, mientras estaban deliberando qué hacer, sonó el
teléfono móvil de Marcy y, de la manera más inesperada, Arcadia les invitó a su
boda, que se celebraría al día siguiente, a las diez de la mañana, en el
Ayuntamiento de Mazello.
Se
casaba con Rafa y la joven estaba tan exultante de alegría que Marcy apenas
podía entender sus atropelladas explicaciones.
–Es
que…, que Rafa me tenía el cerco puesto hace tiempo, y ya no se resiste más.
Usted ya entiende, yo soy muy creyente, me conoce, Marcy. Entonces él va y me
propone casarnos y a mí casi me da un soponcio…
–Pero
bueno, así, tan precipitado –dijo Marcy, intentando concentrarse.
–Es
que mañana quedó una hora libre, una pareja que se echó para atrás, y nos
lanzamos. Si no habría que esperar mucho. Los hombres, que no tienen espera,
Marcy.
Arcadia
se reía sin parar, nerviosa, al otro lado.
–Contamos
con usted.
–Pues
claro, hasta mañana.
Apagó
el teléfono sin saber con certeza como actuar e informó a Raúl del compromiso
que tenía para el día siguiente en Greda.
–Tendremos
que regresar hoy –dijo Marcy, alzando los hombros.
Nadie
se atrevió a meter baza, hasta que el enólogo comenzó a hablar.
–Salimos
de aquí y cerramos la puerta, eso mismo. Ya se nos ocurrirá algo, mañana o
cuando sea.
Se
dirigió a la puerta y todos le siguieron con docilidad. Abrieron, salieron y
volvieron a cerrar tras de sí. El enólogo insertó la llave, que se resistió a
girar en la cerradura.
–Déjame
a mí, yo le conozco el truco –dijo Manele.
Tiró
con fuerza de la puerta hacia su cuerpo y a la vez giró la llave, la cual
volteó con facilidad, dos veces.
Se
fueron hacia la entrada principal de la vivienda.
–Ya
hablamos –dijo Marcy, de brazos caídos.
Raúl
se limitó a saludar levantando el mentón en dirección a los que se quedaban y
abrió la portezuela del asiento del acompañante.
Marcy
entró y después él ocupó su asiento al volante, arrancó el coche y aceleró
despacio. Ya se había hecho de noche.
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