A los pocos días Manele anunció una visita
para pasar quince días de vacaciones con su familia. Dijo que viajaría en su
vehículo recién adquirido, un último modelo de gran cilindrada, y que lo haría
acompañado de Sonia.
Marcy ya había terminado el segundo
trimestre del máster y volvía a tener tiempo libre, pero decidió llevar a los
niños con los abuelos y planificó que el encuentro ocurriera fuera de casa, en
terreno neutral. Era bien consciente del poder que su marido ejercía sobre
ella, y de cómo se las gastaba cuando se sentía ofendido, así que quiso evitar
a toda costa un peligroso cara a cara.
Quedaron en un bar del centro comercial.
Marcy ya esperaba, ocupando una de las mesas solitarias, periféricas,
atravesada en medio de un pasillo de la gran superficie, cuando llegaron los
viajeros. Tuvo que reconocer, mientras los observaba caminando hacia ella, que
los dos hacían una atractiva pareja.
Le estaba echando a la cara a la atractiva
nórdica, más rubia platino que nunca.
Saludó a los recién llegados y se sentaron
los tres a la mesa cuando divisó, un poco más allá, a Laura, curioseando los
escaparates de una tienda próxima. Su tabla de salvación.
Se levantó hacia ella como impulsada por un
resorte.
–¡Lau, qué alegría verte! Hace tanto tiempo
que quise llamarte para pedirte disculpas ¡no se cómo pude tratarte así!
Señaló con disimulo hacia la mesa ocupada
por su marido y la bella.
–Míralo, ¡ahí lo tienes! Ahora me viene con
la otra, ¿qué te parece el descarado? Siéntate un rato conmigo, por favor…
–No te preocupes, chula, para eso están las
amigas.
Manele se levantó para saludar a Laura y
presentarle a Sonia. No perdió ni un ápice de su aplomo habitual y ordenó las
bebidas al camarero, dirigiéndose a él por su nombre de pila.
Al poco el sirviente presentó sobre la mesa
unas refrescantes cañas de cerveza y un platillo de aceitunas verdes y negras.
Manele tomo una de ellas con la punta de los dedos y la observó con
detenimiento, como un científico a la búsqueda de algún nuevo y vital hallazgo.
–¿Sabéis? Podríamos aprovechar para una
cena de parejas, como hacíamos antes, ¿qué os parece? –dijo él, como por
casualidad, engullendo la aceituna.
Marcy no sabía por dónde salir, dirigió a
Laura una mirada interrogante.
–Pero dices una cena como las de antes,
¿exactamente como antes?
–Sí, Laurita, como antes, por los viejos
tiempos.
Marcy no dijo ni palabra.
–Isabel… ¿vendría también?
–No problem, Laurita, no problem,
lo tengo todo pensado.
La celebración quedó, por el momento, sin
fecha fija. Manele dijo que tendría que consultarlo con los que faltaban para
quedar de acuerdo, pero parecía muy determinado, demasiado, tanto que Marcy
sintió un escalofrío que recorrió su espina dorsal y creyó ver en los ojos de
Laura, que la observaba, una aprensión semejante a la suya.
Tomaron una comida rápida allí mismo y
levantaron pronto la reunión.
Acudió después con Manele a casa de sus
padres para que viera a los niños.
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