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martes, 19 de febrero de 2013

Marcy (82)



A los pocos días Manele anunció una visita para pasar quince días de vacaciones con su familia. Dijo que viajaría en su vehículo recién adquirido, un último modelo de gran cilindrada, y que lo haría acompañado de Sonia.
Marcy ya había terminado el segundo trimestre del máster y volvía a tener tiempo libre, pero decidió llevar a los niños con los abuelos y planificó que el encuentro ocurriera fuera de casa, en terreno neutral. Era bien consciente del poder que su marido ejercía sobre ella, y de cómo se las gastaba cuando se sentía ofendido, así que quiso evitar a toda costa un peligroso cara a cara.
Quedaron en un bar del centro comercial. Marcy ya esperaba, ocupando una de las mesas solitarias, periféricas, atravesada en medio de un pasillo de la gran superficie, cuando llegaron los viajeros. Tuvo que reconocer, mientras los observaba caminando hacia ella, que los dos hacían una atractiva pareja.
Le estaba echando a la cara a la atractiva nórdica, más rubia platino que nunca.
Saludó a los recién llegados y se sentaron los tres a la mesa cuando divisó, un poco más allá, a Laura, curioseando los escaparates de una tienda próxima. Su tabla de salvación.
Se levantó hacia ella como impulsada por un resorte.
–¡Lau, qué alegría verte! Hace tanto tiempo que quise llamarte para pedirte disculpas ¡no se cómo pude tratarte así!
Señaló con disimulo hacia la mesa ocupada por su marido y la bella.
–Míralo, ¡ahí lo tienes! Ahora me viene con la otra, ¿qué te parece el descarado? Siéntate un rato conmigo, por favor…
–No te preocupes, chula, para eso están las amigas.
Manele se levantó para saludar a Laura y presentarle a Sonia. No perdió ni un ápice de su aplomo habitual y ordenó las bebidas al camarero, dirigiéndose a él por su nombre de pila.
Al poco el sirviente presentó sobre la mesa unas refrescantes cañas de cerveza y un platillo de aceitunas verdes y negras. Manele tomo una de ellas con la punta de los dedos y la observó con detenimiento, como un científico a la búsqueda de algún nuevo y vital hallazgo.
–¿Sabéis? Podríamos aprovechar para una cena de parejas, como hacíamos antes, ¿qué os parece? –dijo él, como por casualidad, engullendo la aceituna.
Marcy no sabía por dónde salir, dirigió a Laura una mirada interrogante.
–Pero dices una cena como las de antes, ¿exactamente como antes?
–Sí, Laurita, como antes, por los viejos tiempos.
Marcy no dijo ni palabra.
–Isabel… ¿vendría también?
No problem, Laurita, no problem, lo tengo todo pensado.
La celebración quedó, por el momento, sin fecha fija. Manele dijo que tendría que consultarlo con los que faltaban para quedar de acuerdo, pero parecía muy determinado, demasiado, tanto que Marcy sintió un escalofrío que recorrió su espina dorsal y creyó ver en los ojos de Laura, que la observaba, una aprensión semejante a la suya.
Tomaron una comida rápida allí mismo y levantaron pronto la reunión.
Acudió después con Manele a casa de sus padres para que viera a los niños. 

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